Acabo de recoger de la imprenta el cuadernillo recién impreso que servirá como selección de textos de referencia de las lecturas poéticas que Ángel Campos Pámpano hará en el Aula José María Valverde de Cáceres los días 26 y 27 de marzo. Como siempre, repaso el resultado último de estas dos docenas de páginas por si las traicioneras erratas se cuelan en el trabajo, siempre pulcro y puntual de Miguel Lancho en Gráficas Hache y de la imprenta Tomás Rodríguez —de donde salen los libros de la Editorial Periférica—, y respiro con satisfacción.
Hoy, a la satisfacción por el trabajo bien hecho se suma la convicción en la relectura de estar ante un poeta grande que hoy me conmueve. Releo —¡cuántas veces!— “La dignidad”, el poema de La semilla en la nieve, y, además del júbilo por la amistad de quien ha escrito lo que nuevamente leo, tengo ahora el recuerdo de una voz dentro de mi teléfono que procede de un hospital de Badajoz en el que un hijo atiende a su madre. No lo distraigo de su quehacer, me tranquiliza saber que están bien, dentro de lo que sufren, y dejo que vuelva a mitigar su fiebre con un poco de agua.
"mientras pueda pensarte
no habrá olvido
[…]
acudo a ti
asciendo a tu respiración
fragmentado rumor que es puro abismo
surco abierto en la roca
cauce seco
que oculta el agua
la misma que ahora yo
acerco hasta los labios agrietados
por mitigar apenas
la fiebre que humedece
la nítida blancura de las sábanas
[…]
sé que mientras pueda decirte
no habrá olvido
que del espacio de tu nombre
ha de brotar
abiertas sus dos sílabas
la semilla en la nieve"
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