En la crónica publicada el viernes en El País de la presentación en Barcelona de la nueva novela de Eduardo Mendoza, Mauricio o las elecciones primarias, que ha editado Seix Barral, se recogen las declaraciones del novelista, que compara la escritura de una novela con un viaje: “Uno piensa que viaja a París, pero luego decide quedarse en un pueblo del trayecto, triste y mal iluminado. Descarrilé en esta novela.” ¿Habrá leído Mendoza la novela de Gonzalo Hidalgo Bayal? Ojalá.
La idea de Mendoza del viaje —en tren, claro— aplicada a la escritura narrativa da pie para subrayar una vía de la intención de la Paradoja del interventor como exploración sobre las posibilidades de un narrador frente a su personaje. Esa vía o ese marco es el de un individuo que escribe y que se propone inventar a un personaje vacío y llenarlo con su palabra a partir de relaciones causales. El narrador explora sobre lo narrable y se empeña en crear desde la nada, en someter, a través de la palabra, los componentes convencionales de una trama novelesca, para demostrar —si cabe empeño tan presuntuoso en un escritor como GHB— qué puede hacerse a partir de un personaje interventor que no es interventor, de un tren que no pasa, de un misterioso sobre, de un cuaderno de hule negro...