A la salida de clase, en el pasillo, el Decano me dio ayer la noticia de la muerte de don Alonso Zamora Vicente. Salía del aula 29, la de tercero de Filología Hispánica, de hablar de Martes de Carnaval, de Valle-Inclán. Precisamente, sobre el que tanto escribió Zamora Vicente: sus estudios sobre las Sonatas (1947 y 1951), La realidad esperpéntica (1969), Valle-Inclán, novelista por entregas (1973)...
Supe por él que existía una figura en la Academia como la de Secretario Perpetuo, que, si uno cierra los ojos a la certeza de que somos finitos, era perfectamente comprensible en términos corporativos. Hasta que en 1989 dejó de serlo. Un imposible, pues. Ni siquiera don Alonso podía creerlo, y a veces jugó tras esa fecha con el oxímoron de firmar como "Ex-Secretario Perpetuo de la Real Academia Española".
En Cáceres, a dos pasos de casa queda una parte importante de lo que fue don Alonso, su biblioteca, con más de 30.000 registros, entre los que se encuentra la espléndida colección de publicaciones periódicas. Desde 1990 algún viaje se ha ahorrado más de uno a Madrid por tener aquí un estudio filológico o el número de una revista que buscaba. El tesón de siempre y el duelo de hoy están representados en la directora de esa biblioteca: Mª Antonia, 'Queca', Fajardo.