La primera vez que aparece la palabra “paradoja” en la novela es la página tercera desde su inicio. La sitúo: “Se trataba, sin duda, de una pequeña compensación por la gratuidad del agua, pero el camarero, que no sabía de sutilezas, preparó el café a conciencia, con parsimonia de cantina, y depositó al cabo del rato sobre el mostrador, de mala gana, una taza mugrienta y humeante en la que el pasajero apreció un aroma desleído, insólito y turbio, como si en aquel anuncio de sabor cálido se concentrara la transparencia amarga de la paradoja.” (pág. 9)
Si volvemos, como escribí, al texto de la cubierta posterior de la primera edición de la novela, leeremos que el título se aviene textualmente a la definición de la palabra ‘paradoja’, ya que el interventor, además de no ser interventor y de que su carácter sea algo paradójico, se mueve en el sinsentido de dos realidades incompatibles, una superficial y otra subterránea, y que el propio relato se sustenta en lo paradójico de montar una acción sobre la no acción.
La taza de café que sirve a nuestro personaje el camarero, un muchacho “enjuto y menudo, de rasgos afilados”, es como un espejo que muestra al personaje su propio destino ; pero también se convierte en el primer parón significativo de esta trama vacía. El narrador no tiene más remedio que contar lo que sucede, con una lentitud que parece exigida por el ambiente. Cuenta poco: cómo el pasajero entra en la cantina, qué hacen los pocos individuos que allí están. Una vez contado esto, escaso, el discurso se detiene, y el narrador invita al lector a reflexionar sobre lo que sucede o no sucede. En primer lugar, la taza de café humeante e hirviente. Un parón, como digo. Poco antes de que ocurra el primer suceso importante de la novela, punto de arranque. La partida del tren y la pérdida del mismo por el viajero, que queda, “como un espantapájaros, con la botella de agua en la mano derecha alzada hacia el cielo y la mano izquierda cayendo hacia el cuerpo como expresión descendente y abatida de la derrota”.
Resumen del argumento: un individuo desciende de un tren en una estación en tránsito y se llega a la cantina a por un poco de agua.
Volvamos a la botella de agua, pues, como decía antes, se trata de un objeto que en su materialidad desempeña una función narrativa clara. Se llena de una razón fundamental, pues el viajero se apea para llenar la botella de agua en la cantina. La presencia en la cantina del supuesto interventor que ha de ordenar la salida del tren le da la confianza que le lleva a pedir el café.