Nuestra guía, la pequeña y simpática Lucía, nos sorprendió hablando de Góngora y de su Polifemo. A pesar de que uno pueda asumir y reconocer los supuestos discursos aprendidos de los guías y cicerones profesionales y de las imprevisibles consecuencias de cualquier ruptura del guión, en el caso de Lucía fue de agradecer que la introducción a la isla de Sicilia la hiciese a través de los versos de Góngora. Luego supimos que ella es licenciada en Filología Hispánica. Se notaba en sus palabras algo más que un discurso aprendido. Y también la consideración hacia el público por no leer directamente del original gongorino, sino de alguna adaptación, que ni siquiera me sonaba a don Dámaso Alonso. No eran horas, pues, ni público ni medio el de un autobús en marcha para dictarnos a través del micrófono que
"Donde espumoso el mar siciliano
el pie argenta de plata el Lilibeo
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
—cuando no del sacrílego deseo—
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta, de su boca."
Imagino la indiferencia al escuchar algo así, y no la explicación llana e ilustrativa de la simpática Lucía.
"Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,
copa es de Baco, huerto de Pomona:
tanto de frutas ésta la enriquece,
cuanto aquél de racimos la corona.
En carro que estival trillo parece,
a sus campañas Ceres no perdona,
de cuyas siempre fértiles espigas
las provincias de Europa son hormigas."
Qué fundamento ilustre para aquellos comentarios sobre la riqueza en trigo de Sicilia o sobre los buenos vinos.
"Era Acis un venablo de Cupido,
de un fauno, medio hombre, medio fiera,
en Simetis, hermosa ninfa, habido;
gloria del mar, honor de su ribera."
Y sobre esto la explicación de los nombres de los pueblos que veíamos: Acicastello, Acireale, Acitrezza...
No siempre cuando uno vuelve de vacaciones, aunque sean tan exiguas, se ve impelido a reencontrarse con un clásico como Góngora.