
Como el agua,
que limpia se detiene en esas balsas
formadas por las hojas cuando obstruyen
el frágil discurrir de la corriente.
Como el agua,
que pasa y que no vuelve sobre un cauce
de arenas y guijarros.
Como el agua,
que, toda claridad, es espejismo
que revela cercano lo distante.
Como el agua,
que la mano atraviesa confiada
y nunca, sin embargo, toca fondo.
Como el agua, metáfora y verdad.
Sí, como el agua.
En la poesía de Álvaro Valverde el agua ha sido un escenario —el agua quieta, reflejada / en el ocre de los muros—, un elemento —Sin embargo, hay algo que sin duda / echas de menos, y es el agua,— y una metáfora —mi vida es este río que me lleva—; en este poema encierra metáfora y verdad, algo de todo eso que está expresado en el concepto de claridad como búsqueda y que yo incorporo a mi lectura —y que está en el poema—, y en ese otro que engloba el conflicto, lo paradójico, lo contrario, la realidad y el deseo, lo cercano y lo distante, la mano confiada que, sin embargo, no toca fondo, la insuficiencia y lo imperfecto.
Quizá por todo esto, tras leer casi quinientas páginas de distintos y distantes estudios literarios basados en sólidas certezas, me he quedado con la levedad tan leve y clara de los versos de Álvaro que son toda una poética. Como el agua.