jueves, febrero 12, 2009

Julio Cortázar, 25 años

© Fotografía LudoMatic (Argentina)

Yo también he buscado en los cementerios de las ciudades que he visitado las tumbas de personajes ilustres. Sin que me vaya la vida en ello, espero ver la muerte señalizada de muchos más, entre los que está —un borrón en mi carrera— Julio Cortázar, que murió en París un día como hoy, el 12 de febrero de 1984. Hace ya veinticinco años. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse, junto a su última esposa, Carole Dunlop, fallecida dos años antes. Este blog se titula por él y nació con él, con Cortázar, con Rayuela.
No sé mucho de las circunstancias de su muerte. Tengo copia de las páginas del ABC del día siguiente, el lunes 13 de febrero de 1984, en donde se decía que llevaba diez días ingresado en el Hospital San Lázaro de París y que nadie esperaba que la leucemia le aniquilara tan pronto. En el cuaderno póstumo Diario de Andrés Fava (Alfaguara, 1995) escribió: “Quisiera que el gesto de la muerte no irrumpiese de fuera, no se amplificara desmesuradamente, que entre llevarme el tenedor o la pistola a la boca no hubiera casi diferencia cualitativa. Si matarse es una ventana, no salir golpeando la puerta. Si vivir fue not a bang but a whimper, disponer el cese de actividades con la misma sencillez que apaga el velador para admitir una noche más. El punto final es pequeñito, y casi no se lo ve en la página escrita; se lo advierte luego por contraste, cuando después de él comienza el blanco.”

3 comentarios:

  1. Mira, pues hay un libro que se llama Tumbas, del Cesc Noteboom, que es muy interesante...

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  2. Pues yo también tengo esa manía, ¡qué le voy a hacer! Es más, no sólo visito cementerios donde hay enterrados ilustres; a veces, hago cientos de kilómetros con ese único objetivo. Hace años fui desde Córdoba hasta Villanueva de los Infantes...No hace falta decirte más.
    Un saludo.

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  3. El otro día leí tu entrada sobre el aniversario de Cortázar. También había recordado la fecha y el momento y el lugar en donde estaba aquel 12 de febrero de 1984. Recordé que había escrito unos versos. Y hoy, ordenando papeles (¡qué vida!), han aparecido con otras cosas antiguas. Ahí van:

    Tuve las formas del fuego
    eterno junto a mis manos,
    oculto de los arcanos
    dibujados en un juego
    de letras.
    Fundé una saga
    de cronopios y de famas,
    de bestias y reyes.
    Tramas
    creadas para que una maga
    en una danza macabra
    escuche un saxo herido.
    Aquí yace un argentino
    que imaginaba palabras.

    Luego hay una nota: “escribo versos muy malos”.

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