domingo, febrero 22, 2009

Cáceres

© Carlos Criado

Me consta la afición de Antonio Sáenz de Miera a pasear por el centro histórico de Cáceres, y, claro, su amor y pasión por esta ciudad. Su artículo de ayer en HoyLas dos caras de Cáceres” es, también, una declaración de esa estima. Su reflexión es muy oportuna y está cargada de las mejores intenciones; pero yo daría la vuelta al argumento de ese su amigo catalán que tiene la sensación lamentosa, ante la ciudad monumental de Cáceres, de estar ante un parque temático, un recinto irreal, una especie de museo.
Bienvenidos sean el silencio y la placidez de un museo, y sus educados visitantes; un museo que no cierra sus puertas a las grandes exposiciones, a los grandes acontecimientos, a las afluencias masivas. Bienvenida esa irrealidad que el paseante percibe por estas calles una mañana lluviosa de invierno, por ejemplo. Quienes vivimos en ese entorno único —y algunos tenemos la suerte de trabajar en él una parte de la semana— llenamos de vida sus calles, que tienen arte y restaurantes, sitios para tomar una cerveza, un rincón lleno de coches con una librería —Boxoyo Libros— que es un privilegio, una taberna en la que se reúnen una vez al mes gentes con ganas de leer algo, un colegio mayor en el que una noche puedes escuchar a María Victoria Atencia leer poemas y otra asistir a la presentación de un libro sobre hongos, una sala de cine, la Filmoteca extremeña, en la que esta semana se han proyectado catálogos de cortometrajes de diferentes comunidades autónomas...
El amigo farmacéutico de Antonio Sáenz de Miera estará conmigo en que la parte antigua —como aquí se la llama— será un parque temático cuando la llenemos de terrazas y de atracciones ruidosas para todos los cacereños que mayoritariamente viven lejos del centro, en las urbanizaciones modernas, sin molestias, sin fuegos de artificio, sin piedras milenarias.
Respeto es otra palabra que el sentido común de Antonio Sáenz de Miera pone en su texto. Lamentablemente, el sistema educativo de este país aún no ha logrado imponer el respeto “por todo aquello que queremos y admiramos” como un principio social, como un pilar de la convivencia. Así que, querido Antonio, cuando el Patrimonio Mundial de la ciudad monumental de Cáceres deje de ser un recinto irreal, una especie de museo, y se convierta en algo con esa vida deseada, entonces, y mucho lo lamento, la realidad será tan sucia y despreciable que añoraremos esos paseos solitarios por una ciudad muerta.

6 comentarios:

  1. Efectivamente será dificil compatibilizar vida y conservación, realidad y piedras milenarias, tránsito y limpieza, ocio y respeto...¡ Intentémoslo sin duda!

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  2. Rafael Sánchez Ferlosio, argumenta que la parte antigua de Cáceres está diseñada por y para los señores feudales, que con sus altas torres presumían de haber quién la tenía más larga, a las torres se refiere, que le faltan zonas que protejan a los simples viandantes de los rigores de la intemperie y pone como ejemplo de ciudad a Alcalá de Henares, que tiene grandes zonas con arcos que hacen muy agradable el ser paseada.
    Pero, es quizás por no estar diseñada para ser vivida, por lo que nos ha llegado en un estado tan bueno de conservación y podamos disfrutarla en su silencio y recogimiento, como contrapunto a las ruidosas ciudades modernas.

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  3. Perdón, perdón profesor Lama se me ha escapado un haber que debe ser un "a ver".

    Claro que tambien podría haber escrito:
    ...en su haber presumían de a ver quién era el que la tenía más larga.

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  4. Pues sí, Piezarza, pero no puedo corregir los comentarios; y no iba a eliminarlo entero por la falta. Otra cosa es que envíe otro completo para sustituirlo. Un saludo.

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  5. Que buen descubrimiento el de esta tarde. No sabía que existiera este blog y he pasado una buena tarde (ya llevo bastante aquí sentada) leyendo sus reflexiones. ¡Lo que hubiéramos disfrutado mis compañeros y yo de haber estado ahora en sus clases…!
    Me ha traído a la memoria la lectura de Peixoto, que fue la primera para nosotras de otras que vinieron después; de esta sesión salí con el corazón encogido y con una amistad que conservo hasta hoy.
    He recordado los días que íbamos a la Filmoteca para asistir al curso de “Literatura y cine”; aquéllos días hacíamos la tarde por la parte antigua: paseo, charla, beso a los pies del santo, película, comentarios y risas al salir, hasta mañana, hasta mañana, qué leas mucho.
    ¡Quién volviera atrás!

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