Mirar atrás y Barcelona mapa infinito. La razón estricta del primer adjetivo del título está en los 16,5 x 11,8 cm. del primer libro y los 16,8 x 11 cm. del segundo. En páginas de texto, además, uno no llega al centenar y el otro lo sobrepasa en unas cuantas hojas. Empecé por Mirar atrás (Corvera. Murcia, Newcastle Ediciones, 2023), de Elías Moro, que es una nueva entrega de recuerdos ajustados al patrón del Je me souviens (1978) de Georges Perec en el español «Me acuerdo...», y que el autor ya había ensayado en una primera colección de 1999, firmada con Daniel Casado en De la luna libros, y en otra en solitario, Me acuerdo (Calambur, 2009), que terminaba en un escueto «Me acuerdo de Georges Perec». Casi la misma frase que leí («Me acuerdo de Perec») en la página 63 del libro de Álex Chico Barcelona mapa infinito, con ilustraciones de Joan Ramon Farré Burzuri (Granada, Ediciones Traspiés, 2023), y a la que siguen varias iniciadas con «Me acuerdo...»: «Me acuerdo de la estatua de Charlie Rivel, sosteniendo una silla, y de la estatua de Charles Chaplin, sobre la esfera del mundo. Me acuerdo de la casa del terror incrustada en la montaña y de los vagones que se lanzaban a toda velocidad por una gran uve. Me acuerdo de los libros de Bruguera y del edificio que ocupaba la editorial en el barrio de El Coll.» (pág. 64). Aquí está la curiosa coincidencia que me ha empujado a escribir sobre estos dos pequeños libros grandes, muy distintos en intención y en género, pero parecidos en la naturaleza temporal que cabe en ambos, pues, como dice Álex Chico (pág. 59), «las ciudades pertenecen a la geografía, pero también al tiempo», y una ciudad, «como una persona, se construye a partir de un recuerdo personal y una memoria colectiva» (pág. 96). Tan espontánea y natural ha sido la unión de estas dos obras que también veo en ellas el parentesco de que uno, el delicioso paseo barcelonés de Álex Chico por la Barcelona en la que vive, termine con varias páginas rayadas (págs. 135-142) para que el lector escriba sus «Notas» de viaje, en otro modo de continuación de la experiencia de la obra; y que la relación de cuatrocientos ochenta textos —la cantidad de los de Perec— de Elías Moro se extienda en cinco páginas más (págs. 97-102) con una ristra de «Me acuerdo...» sin más texto, como pauta de inicio de las evocaciones que puede añadir el lector en su lectura. Haber juntado tan de buen grado ambos libros me predispone ahora a encontrar paralelismos y reflejos entre ellos, y leo una reflexión sobre el tiempo en Barcelona mapa infinito que puedo aplicar a Mirar atrás: «El tiempo añade memoria y la memoria, en ocasiones, es demasiado benévola, tanto para mitificar una época que, quizás, no tenga nada de admirable» (pág. 123). Se acomoda a la evocación atomizada en los minúsculos textos —de una o dos líneas hasta más de siete, salvo el dedicado al padre de un compañero de colegio que trabajaba de fogonero en los trenes (pág. 43), que tiene nueve líneas— de Elías Moro, que habla del tiempo de una generación distinta a la de Chico —se llevan más de veinte años—, que no conoció el Linimento Sloan (pág. 19), ni a Garrincha (pág. 46), ni el Pelargón (pág. 91). El hilo del pasado cose los numerosos fragmentos de un libro que cabe tomarse como un relato-recorrido en el que los temas, los personajes o los detalles van surgiendo sin orden aparente en un sugerente catálogo de categorías que van desde el cine o la literatura, a los recuerdos de un barrio, la televisión, la escritura, el primer libro comprado (Ilíada/Odisea, pág. 72), o el fútbol; e incluso aforismos disfrazados de recuerdos («Me acuerdo de que la vida consiente que la vivamos, pero solo hasta que se cansa de nosotros», pág. 83). El libro de Álex Chico lo vi en la mesa de novedades de La Puerta de Tannhäuser de Cáceres y lo compré, en los primeros días de este año. Al terminarlo, fui por otro ejemplar a la librería y se lo envié a un amigo que vive en Barcelona y que, por eso, por tener tan a la mano la ciudad, igual no disfruta tanto como yo con su lectura. Cada una de sus páginas es como un bulevar, una fachada, un parque en que demorarse, del mismo modo que el cruce de dos calles es un argumento, «un mecanismo de escritura», dice Álex Chico al poco de arrancar su paseo-escritura por una ciudad fascinante que hace que todo el libro sea una manera de aprehensión de una geografía física y sentimental, señalizada eminentemente con las ilustraciones preciosas de Joan Ramon Farré. Qué agradable lectura y qué ganas de volver a caminar por Barcelona con este mapa de letras bajo el brazo.
Somos lo que recordamos.
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