lunes, septiembre 04, 2023

Glorias de Zafra (XXVIII)

No hace falta hacer ningún alarde para despedir el verano e iniciar septiembre con buen ánimo. Con la intención de disfrutar con cierta intensidad de los pequeños placeres de aquel entorno, uno puede ir a Zafra, y, desde allí, hacer dieciocho kilómetros más hasta Burguillos del Cerro para que una amiga le dedique su novela: Las razones del alma (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2022). María José Flores y Gianluca Nardis están allí en verano, aunque el resto del año viven en Italia, a pocos kilómetros de L’Aquila, en cuya Universidad ella da clases. No fue, claro, la razón verdadera de ver a estos amigos; pero bien está llevar el ejemplar de un texto leído con mucha complicidad esta pasada primavera para que te escriban algo, con la mención del lugar y la fecha —«Burguillos, 1 septiembre 2023»—, como me gusta que vaya bajo la firma. Zafra representa cada vez más un lugar apacible en donde todo adquiere un valor especial que, a mi vuelta por carretera, suelo enmarcar en el retrovisor del coche con la cenefa invertida del Castellar, como la imagen de un grato recuerdo que me acompaña hasta casa. Una reunión familiar con sobrinos y sobrinos nietos o una caminata por el campo se convierten en acontecimientos, por el puro disfrute que aportan. O una simple lectura, que cobra importancia por haberla hecho enteramente allí. Me ha pasado más veces, y ahora: Tres luces, de la irlandesa Claire Keegan, publicada en Buenos Aires por Eterna Cadencia Editora en 2022 pero impresa en Barcelona en mayo de 2023, en una nueva edición revisada por la autora y en traducción de Jorge Fondebrider. De la librería Atenea llegó el aviso a mi cuñada Eva, que bajó por el libro y yo lo leí. Sutilísima narración contada desde el punto de vista de la niña protagonista y llena de interés metonímico. Ochenta páginas. Julia me dijo por la noche desde el país de nacimiento de la escritora que allí se ven muchos títulos de ella, que ha leído Small Things Like These (Cosas pequeñas como esas) y ha visto la película The Quiet Girl, basada en la novelita que leí. También pasan otras cosas en Zafra dignas de nota, como que tu hermano se contagie por covid y que no podamos compartir con él toda la casa ni un poquito de la extraordinaria reunión de amigos y de literatura que nos regalamos el sábado: Isabel Collado y José Antonio Zambrano, María José y Gianluca, Eva y yo. Tanto echamos de menos a Josemari que recordamos una de sus perlas, interpretada por él mismo: «La novela es el epifenómeno del sistema capitalista». Me acordé de él, por antagonismo, cuando ayer leí el artículo —mejorable— de Vargas Llosa en El País: «Los seres humanos han evolucionado gracias a las novelas, que han sido el punto de partida del ser humano para ensanchar las fronteras del conocimiento […] Las novelas son una fuente de inspiración a la que los seres humanos han venido acudiendo una y otra vez en períodos de desánimo o crisis que ciertamente no se curan con remedios». Hubo nota musical con un encantador rasgo de alta cultura cuando pasábamos a los pies de una de las torres del Parador, del castillo de los Duques de Feria, y Gianluca apuntó que Moreno Torroba compuso una suite titulada Castillos de España que incluye una pieza titulada «Zafra», dedicada al alcázar. Bien por el melómano italiano que ilustra al paisano ignorante, aturdido todavía por lo que sea que explique la finura. Da gusto iniciar septiembre así, entre otras cosas. 

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