sábado, julio 01, 2023

La niña boba

Tengo un amigo que tiene una colección de manuscritos imponente y que me dirá, si le enseño este, que vaya alarde. Lo sé; pero para mí tiene un gran valor que alguien haya considerado que puede interesarte lo que él compró por casualidad mientras buscaba otra cosa, y que te lo envíe para que seas tú el que lo tengas. A J., joven investigador sobre poesía española contemporánea, le gustará que, antes de guardar esta copia de uso de una obra de teatro que le costó lo que una entrada de cine en Cáceres, le dedique estas líneas. «‘La niña boba’ de Lope de Vega» se lee en la cabecera de esa primera hoja que, de las noventa de que consta el manuscrito, es la que más desgaste muestra. Es una copia de Buen maestro es amor, o la niña boba, una refundición de La dama boba de Lope que escribió el cordobés Dionisio Villanueva y Ochoa (1774-1834), que firmaba sus obras como Dionisio Solís. El bueno de Jerónimo Herrera Navarro, en su Catálogo de autores teatrales del siglo XVIII, la recogió como representada en el madrileño teatro de la Cruz el 21 de enero de 1826, y daba la segunda parte del título como la niña tonta. Hay más copias por ahí, en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, por ejemplo; y me gusta tener a la mano un testimonio más de la historia de un texto que han estudiado competentes interesados en las refundiciones del teatro de Lope en el XIX y después. Leo en uno de los trabajos reunidos en un libro que tengo sobre Menéndez Pelayo y Lope de Vega (Editorial de la Universidad de Cantabria, 2016), uno de Gema Cienfuegos Antelo, que cuando Federico García Lorca hizo su adaptación de La dama boba en 1934 para su representación en Buenos Aires y luego en Madrid en 1935, por el centenario de Lope, se refirió a «una refundición lamentable», y esa debió de ser la de Solís. Me he acordado por esto de una conversación que tuve el otro día en la calle con un matrimonio de anticuarios, en la que la mujer decía, como quitando importancia a los libros, que los papeles tienen siempre algo especial que atrae, que son cosa distinta. Yo, que no trabajo el género, he querido emular esa pulsión enredando aquí y allá a costa del regalo de J., de estos papeles que me han llevado a otros, y a nombres como el de Juan Carlos de Miguel y Canuto, que estudió al Dionisio Solís refundidor de Lope en una tesis leída en Valencia en 1993. Baste el apunte antes de colocar los papeles en su sitio.

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