domingo, junio 11, 2023

Alice Sebold

© Elinor Carucci para The New Yorker

Ayer me llamó la atención el artículo de Antonio Muñoz Molina, «Una tercera sombra», en su serie sabatina «Las otras vidas» de El País, en el que se hacía eco de un reportaje de Rachel Aviv en The New Yorker, enaltecido por el español como «una muestra de esa forma suprema de literatura que puede ser el periodismo», en el que se narraba el tremendo caso de la escritora Alice Sebold (1963), violada a los dieciocho años por un hombre negro dos años mayor, Anthony Broadwater, que fue condenado a veinte años tras una identificación dudosa de la víctima y que, tras cumplir dieciséis de condena, hace dos logró que se reconociera su inocencia y que se anulara formalmente aquella resolución judicial. Es una historia terrible. Y cercana, por eso llamó mi atención encontrármela en ese artículo. Alice es una de las dos hijas del eminente profesor e hispanista Russell P. Sebold, del que, por mi estrecha relación, he hablado en varias ocasiones en este blog. Todo lo que supe de aquel episodio y de la publicación de Lucky (New York, Scribner, 2000), el libro en el que Alice relató la violación que sufrió en 1981 y que se convirtió en un éxito de ventas —en España se publicó en Mondadori en 2004 bajo el título de Afortunada (traducción de Aurora Echevarría Pérez), lo supe por su padre. Por eso conservo la reseña que publicó Germán Gullón en el ABC Cultural del 16 de septiembre de 2000 sobre la edición americana y los recuerdos de lo que Bud Sebold me contaba orgulloso sobre los progresos de su hija en el campo de la literatura, su fama allí y su presencia en traducciones en España —su primera novela, Desde mi cielo, apareció en Debolsillo en 2005; luego Casi la luna, en Mondadori, en 2008… Vagamente lo recuerda Muñoz Molina, que lo sitúa en Virginia —vivió en Malvern, Pensilvania— y lo retrata como «un hombre absorto y amable, con los ojos muy claros y las gafas caídas hacia el filo de la nariz», como un gran experto en la literatura española del siglo XVIII y en particular en la obra de Cadalso. Es curioso cómo un largo reportaje sobre unas circunstancias atroces y su eco en un periódico español me han concernido de este modo.

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