Los domingos, sobre las nueve menos cuarto, entra en casa la escritora y periodista Leila Guerriero (Junín, 1967). Su «Hola, soy Leila Guerriero, soy periodista, vivo en Buenos Aires» abre esas mañanas su píldora de la SER en el programa de Javier del Pino A vivir que son dos días y me habla en el desayuno, como anoté hace casi un año. Quizá lleve tres haciéndolo, como sus colaboraciones en El País en la columna de los miércoles, mi preferida de las siete que se publican cada semana. Lo escribo porque es una familiaridad que proviene de la escucha o la lectura periódica de alguien que sabe contar lo que observa y siente, y llega a hacerse una costumbre muy placentera que no decrece. Es un trato con el mundo gracias a lo escrito por alguien estimulante que comienza a llenarse de apariciones y referencias, como cuando, tras la lectura de la novela de Aurora Venturini, leí una larga entrevista que Leila Guerriero hizo a su compatriota en 2012, tres años antes de morir. Otras han sido las ocasiones en las que he topado con la periodista argentina fuera de la costumbre semanal de leerla y escucharla. No hace mucho vi la edición en España de la antología de Pedro Mairal Maniobras de evasión (Libros del Asteroide, 2019), hecha por Leila Guerriero, que también firma el prólogo. Antes, en 2015, se publicó en Santiago de Chile por las Ediciones de la Universidad Diego Portales. La penúltima vez que me he encontrado con la periodista argentina ha sido el sábado primero de este abril. Mi antiguo alumno y hoy amigo Javier Rodríguez Marcos, con el que también acostumbro a pasear por Cáceres cuando viene a visitar a su madre, me trajo un libro ignoto: Javier Cercas, Formas de ocultarse. Edición de Leila Guerriero. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, 2016. Su regalo, tantos años después, parece un símbolo del viejo gesto que tuvo conmigo cuando me enviaba desde Barcelona recortes de las columnas de Cercas publicadas en la edición de El País de allí, desde enero de 1998 hasta diciembre de 1999. Curioso; hasta casi justo antes de la fecha que puede tomarse como punto de partida de la escritura de los textos recopilados entonces por Leila Guerriero y ahora por Juan Cerezo, Josep Maria Ventosa y el propio Cercas en su reciente No callar. Crónicas, ensayos y artículos 2000-2022 (Barcelona, Tusquets Editores, 2023). De manera que la relectura de muchos de los casi doscientos textos de ahora me lleva a los ciento veintitrés de la antología chilena, que, como esta, recoge no solo artículos publicados en El País, sino relatos reales, prólogos, epílogos, artículos de mayor extensión de otros lugares, algún inédito, discursos…, etc. Igual que Leila Guerriero, en «El proceso» de cómo montó Formas de ocultarse, dice que ella ve todas las semanas a Cercas leyéndolo, yo puedo decir lo mismo sobre la escritora argentina a la que me encuentro —leo— en todas partes. La última, hace nada, en el muy recomendable y reciente libro de Pilar Galán, Si esto fuera una novela (Mérida, De la luna libros, 2023), que se abre con una primera cita de Leila: «Y por un momento entendí. ¿Qué? Todo. Entre otras cosas, que hay que escribir para que cada palabra soporte el peso de las que no están. Para vaciar la página de peso» (El País, 4.09.2021). Eso.
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