«Se podría definir a Tomás Pulido como un hombre que siempre anduvo buscando las huellas de otras huellas y en ese caminar, en ese escudriñar, fue dejando sin querer las suyas propias, a veces en forma de cartas, de fichas y apuntes, y otras de libros o artículos de prensa. Con esa letra cuidada, estética, artísticamente hilada, que era una prolongación de sus ojos lo dejaba todo escrito. Así, empezaba elaborando un artículo y se le caía un libro de las manos. Por eso mismo, esas huellas son incontables y su legado, aun hoy, es difícil de acometer» (pág. 44). Lo ha hecho magníficamente su nieta Beatriz en esta edición de un libro sorprendente: Tomás Pulido y Pulido (José de Hinjos), Beethoven (Sugestiones) Ensayo íntimo. Edición, introducción y notas de Beatriz Pulido Flores. Mérida, Editora Regional de Extremadura (Serie Rescate, 65), 2022, de donde procede el fragmento citado. La edición original de 1927 —primer centenario de la muerte del genio alemán— apareció bajo el seudónimo de José de Hinjos, con el que el historiador cacereño firmó muchos de sus artículos y alguna más de sus obras, como El Divino Morales. Ensayo íntimo (1926), y en ella cristalizaron algunos de los textos sobre Beethoven que fue publicando en la prensa local desde 1919. Es sorprendente este libro —para mí, una de las principales aportaciones editoriales de la Editora Regional de Extremadura desde el último trimestre del pasado año— por su primera publicación esquinada en una capital de provincia como Cáceres, en un contexto social y cultural poco propicio —Tomás Pulido lo llama «ambiente hostilmente cerrado» (pág. 91); por su espontaneidad y sinceridad en tanto que panegírico de un artista inmortal; y, también, por los rasgos de su contenido. Porque, a mi parecer, el ensayo de Tomás Pulido (1896-1978) es más una reflexión íntima, modesta y sincera sobre el arte que un acercamiento crítico a Beethoven, que es algo lejos de su pretensión. Es la obra de un hombre sensible que enmudece ante la grandeza de su objeto y se desvía hacia consideraciones íntimas. La evitación del análisis erudito le lleva a retardar mucho la referencia concreta a la obra de Beethoven, hasta la página 119, cuando alude a una décima sinfonía, que, si no estoy confundido, es la única obra del músico que cita Pulido. En realidad, el ensayo del cacereño tiene un motivo o tema, que es Beethoven, pero que abandona a cada tramo para desarrollar sus especulaciones sobre asuntos de especial enjundia como el arte, la crítica o la filosofía. Son constantes las digresiones o paradas reflexivas, a manera de algo más que escolios, que se cierran con la recuperación del hilo de Beethoven, que es retomado así en muchos momentos, como en el tercer apartado del capítulo X («El Dolor de la Ciencia y del Arte. ¿Dónde está la verdadera sabiduría?»), o en el sexto de XII («El Dolor de la Ciencia y del Arte. El drama de nuestra ignorancia»), o los capítulos XV, XVI y XVII con respecto a los que los preceden y siguen… Así, en este libro Beethoven es como su música mientras escribo estas líneas, un fondo sublime y venerado que me ambienta (la «Pastoral») para cavilar sobre el pensamiento de Tomás Pulido, que es el principal objeto de interés —y que me perdonen los beethovenianos— de esto que, significativamente, también se subtitula Ensayo íntimo. Por eso el autor llama a su trabajo Sugestiones, porque es inútil para él pretender analizar la creación del músico, por el que siente una devoción que roza la «predisposición fanática» y «la más irrazonable sugestión», hasta el punto de que puede ser considerada una «alucinación» que constituye —y esto es importantísimo para atisbar el talante intelectual y el espíritu sensible del escritor cacereño— «el motivo de una vida más plena de realidad vital» (pág. 87). El trabajo introductorio de su nieta Beatriz Pulido Flores es sobresaliente. Con buen criterio, se antepone a la «Introducción» un «A modo de prólogo» en el que escuchamos a la nieta antes de escuchar a la estudiosa privilegiada que ha tenido acceso a los libros y papeles del erudito, sobre los que se nos dan noticias muy valiosas en cuanto a materiales inéditos; y sobre alguno, entre esos, se nos extracta algo: de una carta de Tomás Pulido al periodista Ramón Quiles en la que se refiere a su gran amistad con Eulogio Blasco (págs. 64 y 66), a la sazón, autor de los dibujos de la primera edición de Beethoven, y que en esta se nos ofrecen en un apéndice de ilustraciones (págs. 267 y 274), quizá no incompatible con la reproducción en sus lugares originales en el cuerpo del texto. «Tomás Pulido y su época» y «Estudio de Beethoven: Ensayo íntimo» son las dos partes principales del estudio preliminar que es una excelente puerta de entrada a la personalidad y obras del protagonista y a los aspectos esenciales del escrito en cuestión. La unificación y completitud de algunas referencias bibliográficas, la corrección de alguna errata —en el apellido de Leocadio Mejías (pág. 35), «se consideraba así mismo» (pág. 38); «Antonio Rodríguez Sánchez» por el nombre del profesor de Historia Ángel Rodríguez (pág. 43), bien citado más adelante (pág. 49); «smilar» por «similar» (pág. 74)—, y la cuestionable oportunidad de la única «nota de edición» (pág. 132) son algunas minucias susceptibles de ser revisadas en el futuro. Insignificancias al lado de la importancia de este «rescate», que me suscita un montón de consideraciones afines sobre el concepto que Tomás Pulido tenía de la creación artística, de la vida humana, del arte y de esa capacidad que algunos pretendemos tener de servir de buenos conductores de la emoción que nos produce lo que sentimos artísticamente, como dice el autor en una de esas impagables notas a su ensayo y que merecerían detenerse aquí más despacio y más por extenso. Puedo decir que no he sabido nada nuevo de la grandeza «inaprehendible» del músico; pero sí mucho, gozosa y profundamente, de la personalidad de un cacereño como Tomás Pulido y Pulido o José de Hinjos y de su legado.
sábado, abril 08, 2023
Beethoven y Tomás Pulido
«Se podría definir a Tomás Pulido como un hombre que siempre anduvo buscando las huellas de otras huellas y en ese caminar, en ese escudriñar, fue dejando sin querer las suyas propias, a veces en forma de cartas, de fichas y apuntes, y otras de libros o artículos de prensa. Con esa letra cuidada, estética, artísticamente hilada, que era una prolongación de sus ojos lo dejaba todo escrito. Así, empezaba elaborando un artículo y se le caía un libro de las manos. Por eso mismo, esas huellas son incontables y su legado, aun hoy, es difícil de acometer» (pág. 44). Lo ha hecho magníficamente su nieta Beatriz en esta edición de un libro sorprendente: Tomás Pulido y Pulido (José de Hinjos), Beethoven (Sugestiones) Ensayo íntimo. Edición, introducción y notas de Beatriz Pulido Flores. Mérida, Editora Regional de Extremadura (Serie Rescate, 65), 2022, de donde procede el fragmento citado. La edición original de 1927 —primer centenario de la muerte del genio alemán— apareció bajo el seudónimo de José de Hinjos, con el que el historiador cacereño firmó muchos de sus artículos y alguna más de sus obras, como El Divino Morales. Ensayo íntimo (1926), y en ella cristalizaron algunos de los textos sobre Beethoven que fue publicando en la prensa local desde 1919. Es sorprendente este libro —para mí, una de las principales aportaciones editoriales de la Editora Regional de Extremadura desde el último trimestre del pasado año— por su primera publicación esquinada en una capital de provincia como Cáceres, en un contexto social y cultural poco propicio —Tomás Pulido lo llama «ambiente hostilmente cerrado» (pág. 91); por su espontaneidad y sinceridad en tanto que panegírico de un artista inmortal; y, también, por los rasgos de su contenido. Porque, a mi parecer, el ensayo de Tomás Pulido (1896-1978) es más una reflexión íntima, modesta y sincera sobre el arte que un acercamiento crítico a Beethoven, que es algo lejos de su pretensión. Es la obra de un hombre sensible que enmudece ante la grandeza de su objeto y se desvía hacia consideraciones íntimas. La evitación del análisis erudito le lleva a retardar mucho la referencia concreta a la obra de Beethoven, hasta la página 119, cuando alude a una décima sinfonía, que, si no estoy confundido, es la única obra del músico que cita Pulido. En realidad, el ensayo del cacereño tiene un motivo o tema, que es Beethoven, pero que abandona a cada tramo para desarrollar sus especulaciones sobre asuntos de especial enjundia como el arte, la crítica o la filosofía. Son constantes las digresiones o paradas reflexivas, a manera de algo más que escolios, que se cierran con la recuperación del hilo de Beethoven, que es retomado así en muchos momentos, como en el tercer apartado del capítulo X («El Dolor de la Ciencia y del Arte. ¿Dónde está la verdadera sabiduría?»), o en el sexto de XII («El Dolor de la Ciencia y del Arte. El drama de nuestra ignorancia»), o los capítulos XV, XVI y XVII con respecto a los que los preceden y siguen… Así, en este libro Beethoven es como su música mientras escribo estas líneas, un fondo sublime y venerado que me ambienta (la «Pastoral») para cavilar sobre el pensamiento de Tomás Pulido, que es el principal objeto de interés —y que me perdonen los beethovenianos— de esto que, significativamente, también se subtitula Ensayo íntimo. Por eso el autor llama a su trabajo Sugestiones, porque es inútil para él pretender analizar la creación del músico, por el que siente una devoción que roza la «predisposición fanática» y «la más irrazonable sugestión», hasta el punto de que puede ser considerada una «alucinación» que constituye —y esto es importantísimo para atisbar el talante intelectual y el espíritu sensible del escritor cacereño— «el motivo de una vida más plena de realidad vital» (pág. 87). El trabajo introductorio de su nieta Beatriz Pulido Flores es sobresaliente. Con buen criterio, se antepone a la «Introducción» un «A modo de prólogo» en el que escuchamos a la nieta antes de escuchar a la estudiosa privilegiada que ha tenido acceso a los libros y papeles del erudito, sobre los que se nos dan noticias muy valiosas en cuanto a materiales inéditos; y sobre alguno, entre esos, se nos extracta algo: de una carta de Tomás Pulido al periodista Ramón Quiles en la que se refiere a su gran amistad con Eulogio Blasco (págs. 64 y 66), a la sazón, autor de los dibujos de la primera edición de Beethoven, y que en esta se nos ofrecen en un apéndice de ilustraciones (págs. 267 y 274), quizá no incompatible con la reproducción en sus lugares originales en el cuerpo del texto. «Tomás Pulido y su época» y «Estudio de Beethoven: Ensayo íntimo» son las dos partes principales del estudio preliminar que es una excelente puerta de entrada a la personalidad y obras del protagonista y a los aspectos esenciales del escrito en cuestión. La unificación y completitud de algunas referencias bibliográficas, la corrección de alguna errata —en el apellido de Leocadio Mejías (pág. 35), «se consideraba así mismo» (pág. 38); «Antonio Rodríguez Sánchez» por el nombre del profesor de Historia Ángel Rodríguez (pág. 43), bien citado más adelante (pág. 49); «smilar» por «similar» (pág. 74)—, y la cuestionable oportunidad de la única «nota de edición» (pág. 132) son algunas minucias susceptibles de ser revisadas en el futuro. Insignificancias al lado de la importancia de este «rescate», que me suscita un montón de consideraciones afines sobre el concepto que Tomás Pulido tenía de la creación artística, de la vida humana, del arte y de esa capacidad que algunos pretendemos tener de servir de buenos conductores de la emoción que nos produce lo que sentimos artísticamente, como dice el autor en una de esas impagables notas a su ensayo y que merecerían detenerse aquí más despacio y más por extenso. Puedo decir que no he sabido nada nuevo de la grandeza «inaprehendible» del músico; pero sí mucho, gozosa y profundamente, de la personalidad de un cacereño como Tomás Pulido y Pulido o José de Hinjos y de su legado.
Parece un texto interesante, de esos que nunca se consiguen del otro lado del Atlántico.
ResponderEliminarSaludos,
J.
"Por su obra le conoceréis". Saltando alto, sobre el potro del músico, se ASOMA Tomás Pulido Pulido
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