Nada de compras. Miento. Compré la prensa esta mañana en el quiosco y un par de detalles en una librería; pero como no hice cola en ninguno de los dos sitios, no me ha parecido ahora el día especial que para mucha gente es el día de esta noche. Ayer sí fue un rato digno de nota con el escritor Tomás Pavón, al que siempre informo de lo que ha ocurrido en esta ciudad hace meses y semanas y del que siempre recibo información jugosa de lo que ocurrió aquí hace décadas. Es un nostálgico. En la conversación surgieron muchos amigos y conocidos. Escritores, músicos, periodistas o fotógrafos como Genín Andrada, al que asocio ahora a Mick Jagger y a su encuentro en La Moncloa con Felipe González —¿en junio de 1990? Conozco desde hace muchos años a Tomás y todavía no las veo venir cuando él quiere prolongar la charla y yo tengo que irme en uno de esos mejores momentos que te dedica cuando te recuerda aquella ocasión en que Compay Segundo estuvo en el Womad de Cáceres —1997—, y te habla de un tal Luis, amigo de T., al que asocio ahora como edecán del cubano. Tengo otro amigo cercano con el que comparto mucho —he empezado a leer Decencia (Anagrama), de Álvaro Enrigue (México, 1969), que me regaló hace una semana— al que no le gustan las nuevas tecnologías. Tampoco las corbatas. A lo primero no le digo nada, porque se aturde; pero mi opinión es la contraria de aquellos que dicen —él ni entra ni sale— que debemos desconectar y que dependemos de aparatinos como un móvil o un ordenador por los que nos llegan mensajes de todo tipo, audios, whatsapps, correos electrónicos… No me faltan los buenos y satisfactorios paliques como los que suelo tener casi sin que suene el teléfono; pero no comprendo que alguien no quiera saber si ha recibido algo y no lo responda; y se pierda una quedada con una amiga para contemplar las estrellas en tan buena compañía y sin interferencias. A lo de la corbata siempre le digo que tiene un prejuicio; y le provoco con que es el mismo que tiene un tipo que conozco que levanta la nariz y hace ascos cuando ve a un joven con rastas. Mi amigo se acuesta temprano y no he querido llamarlo para volver a decirle que me gusta esa prenda; y que nadie me va a poner esta noche de regalo. Tengo muchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario