viernes, diciembre 30, 2022

Una piedra de Matilde

La estrena de Matilde Muro ha llegado estos últimos días del año 2022 como felicitación para 2023. Se ha adelantado. Tan poco sé de piedras que me parecía una habichuela. Después de leer que «Las piedras son fetiches, joyas, amuletos, recuerdos, antologías de vidas anteriores, muestras del pasado, marcas de antigüedad. Sirven para construir, molestan al demoler, provocan admiración si las sabes esculpir, sirven de soporte en medio del cansancio del caminante, albergan fauna humilde y, cuando menos lo necesitas, se meten en el zapato para recordarnos que, en medio del trajín, puede haber algo inerte que se adueña de nuestro dolor y hace que volvamos a pensar que somos humanos. Esta que te mando no duele. Acompaña. Feliz Año Nuevo 2023» he visto un ópalo de alabastro, y una calcita…, lo que sea; y he comprendido lo mucho que puede significar una piedrecita que podría parecerse a una habichuela enviada en un sobre como felicitación. Insisto, como otros años, en acusar recibo así a Matilde de sus detalles y quiero añadirle aquí algunas piedras literarias que me vienen casi sin pensar y que no hacen daño: de mis clases, las de César Vallejo —de aguacero— y Octavio Paz —de sol—; y de mis quereres, la piedra puntiaguda de Antonio Gómez en aquel libro de Rumorvisual de 2012 (Como una piedra puntiaguda en el zapato) en el que hizo esta pintada —léase verso—: «La retórica no emociona». Y, por último, de mi familia, esta mañana en Zafra, la piedra más ruda y de relleno del balasto que ojalá nos sostenga firmes si pasa un tren cargado de adversidades. Para que vea Matilde lo que puede dar de sí el detallino de su estrena de este año.

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