Los motivos para hablar de este libro están en su interior. Y no fuera. Ocurre con lo que merece importancia. Solo los libros que no contienen nada de valor promueven curiosidad sobre aspectos que poco tienen que ver con lo literario, es decir, con la manera en la que están escritos. Me exaspera asistir a una presentación, escuchar una entrevista o leer una reseña sobre una obra de la que nada se dice sobre sus constituyentes artísticos. En esos sitios, se puede hablar de quien la ha escrito, de su infancia, de sus padres y de sus gustos. Se habla de la naturaleza, de la España rural y periférica, de los mundos imaginarios. De las relaciones entre amigos. Muy interesante. En cualquier contexto; pero no en el que se supone que debe verificar los valores literarios que inducen a recomendar una lectura. Yo recomiendo la de Monfragüe (Madrid, Tres Hermanas, 2022), de Javier Morales (Plasencia, 1968), por la levedad de su construcción en treinta y dos partes de buscada brevedad —desde un fragmento de tan solo una página hasta alguno que supera las ocho como marca mayor—, de un relato decantado en primera persona que bucea en la propia conciencia de su protagonista —aunque igualmente protagónico es el personaje de Marcos que motiva la narración como si esta fuese una continuada apelación en busca de respuestas, y sobre la que el autor nos da una clave esencial en la cita de Berger —un escritor profundamente admirado por Javier Morales: «Los muertos son la imaginación de los vivos». Es un relato poético y conciso que presentifica los hechos del pasado gracias a un presente histórico sostenido a lo largo de casi todas las páginas y que aparece como agazapado detrás de un presente habitual: «El río Jerte desemboca en el Alagón, afluente del Tajo. El Tajo es el río más largo de España. Nace en la sierra de Albarracín y muere en Lisboa. Cantamos en clase. Franco y luego el rey Juan Carlos nos miran desde la pared. Jesucristo, en la cruz, también nos ve. Sufre por nosotros. Rezamos» (pág. 11). El lector, con estas pocas líneas, puede hacerse una idea del tono y de la calidad de esta novela corta de casi cien páginas exactas, que es casi un relato de viaje, viaje en un tiempo localizable en la infancia y juventud del autor placentino, y viaje a un espacio preciso. Una geografía, naturalmente, extremeña, muy cercana. Imaginaria pero reconocible —Verania— y real y a la vez simbólica —Monfragüe. Una mirada sobre los elementos esenciales que han hecho a la persona que narra, que puede extrapolarse sin quiebros al escritor que es Javier Morales, que maneja con autoridad y soltura los materiales de su propia biografía y condición de periodista y escritor. «La literatura siempre nace de una mentira que contiene la verdad de la vida y de nuestra existencia», escribe (pág. 108). Este libro delicioso se presenta esta tarde en la librería La Puerta de Tannhäuser de Cáceres, a las 20:00 horas, en un acto en el que el autor conversará con el poeta Basilio Sánchez.
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