sábado, noviembre 26, 2022

En la Ribera del Marco

Me costó encontrar el sitio exacto en el que estaban porque creía que era hacia el Espacio de la Creación Joven y anduve un rato por allí. Y no; era en el cruce Madre de la Ribera con Huerta del Conde, más cerca del centro, pues. Estaban los organizadores y los periodistas implicados en la maravillosa iniciativa —de la Biblioteca Pública Antonio Rodríguez-Moñino/María Brey y la Asociación de Amigos de la Ribera del Marco— de la «Ribera de la Comunicación», la plantación de treinta y ocho olmos resistentes a la grafiosis en ese entorno en el que pasé un buen rato de la mañana del domingo pasado, 20-N, dedicados a medios y profesionales de la comunicación. Con Javier Rodríguez Marcos —que dijo que si algo es, es padre y periodista— y su madre; y con Claudio Mateos, Cristina Núñez, Sergio Lorenzo, y más gente de Hoy; con Florentino Velaz, Juanjo Moreno Doncel —a quien ni siquiera saludé desde lejos en su afán por plantar— y Jeremías Clemente, de Radio Nacional de España; Vicente Pozas de Onda Cero, Sergio Martínez de Avuelapluma, Ángeles Luaces para plantar el árbol de Pepe Higuero (†), y el suyo. Y a la viuda de Fernando García Morales (†), a quien no tenía el gusto de conocer. Mucho gusto. Fue también una ocasión para el recuerdo de los que ya faltan, como los mencionados, y otros como Juan Fernández Figueroa (†), Dionisio Acedo (†), Pedro de Lorenzo (†)... Y en la misma línea de nostalgia, confieso que una de mis principales motivaciones para disfrutar de aquello fue conocer a Urbano, que acudió a Cáceres —qué bien que me avisase Carlos F. Morán, de la Biblioteca Pública— para plantar el árbol de su compañero querido Santiago Castelo (†). No me podía haber ocurrido mejor cosa en una mañana nublada y húmeda de domingo de noviembre que contribuir a plantar un árbol tan importante, que desde hoy lleva el nombre del poeta y periodista, que escribió «A todos nos toca, a lo largo de la vida, / una parcela de dolor», en uno de los poemas de La sentencia (2015), que concluye: «Y lucho despiadado; / pero he aprendido, con años y memoria, / que a todos nos toca la parcela. / Y, pronto o tarde, tienes que cultivarla». Puede estar seguro del cultivo que pervive en gestos como el de esa mañana en otras de las muchas parcelas que ha dejado en la memoria de nosotros. Fue, en fin, gran satisfacción haber estado con Javier y María, con Fefa y Javier Alcaíns, de nuevo, y con María Jesús Santiago, en un sitio tan sugerente como este paraje tan principal del lugar en el que vivimos. Por eso quedamos todos tan contentos, me pareció.



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