jueves, abril 28, 2022

Archivo Índice

En el recibidor de Pintores 10, donde la Diputación Provincial de Cáceres tiene su Archivo-Biblioteca y otras dependencias, hay una esquinita en la que desde hace años se expone bajo el título de Hablan nuestros documentos algo de lo que se custodia allí —que no en vano ese edificio fue un banco. Demasiadas veces, esa mínima muestra tiene mucho más interés que la exposición de la sala interior, tan poco visitada como este pequeño rincón en el que casi nadie repara. Uno de mis más cercanos informantes de estas cosas es Javier Alcaíns —que atiende funcionarialmente como Javier Martín Santos—, y al equipo del Archivo-Biblioteca debemos la difusión de documentos sobre el origen del ferrocarril en la provincia de Cáceres o los antecedentes del Hospital Provincial en las fotografías de Javier García Téllez del Instituto de Maternología y Puericultura cacereño, la Casa Cuna. Portentoso, verdaderamente, lo expuesto en los últimos años, y que he tenido la oportunidad de ver como el que visita un sitio de un barrio compartido. Desde hace pocos días, ocupa ese rincón un pedacito de uno de los muchos tesoros documentales y bibliográficos que alberga la ciudad de Cáceres en sus archivos y bibliotecas: el fondo de la revista Índice (1945-1976) o archivo personal de Juan Fernández Figueroa (Ruanes. Cáceres, 1919-Madrid, 1996), su director. Hay en él correspondencia con más de quinientas personalidades políticas y literarias —desde Salvador Allende o Fidel Castro hasta Lezama Lima o Julio Cortázar—, ocho mil fotografías, la colección completa de la revista, incluyendo su segunda etapa —Nuevo Índice— de 1981 a 1983, los diez mil volúmenes de la biblioteca personal de Fernández Figueroa, y otras revistas españolas y extranjeras de aquella época. Un tesoro que puede propiciar estudios, tesis, proyectos de investigación sobre nuestra historia contemporánea, nuestra literatura u otros aspectos de nuestro pasado siglo. Insisto en llamar la atención sobre la posibilidad de ver un poema manuscrito de Vicente Aleixandre, una carta de Ramón Gómez de la Serna de 1955, otra de Carmen Laforet de 1961, la de Lezama Lima, o un mecanoscrito de Luis Cernuda de 1959 enviado desde el mismo México que Max Aub mandó sus escritos a Juan Fernández Figueroa, una figura de tantas extraordinarias que no acabamos de reivindicar debidamente. Gestos así van en lo suyo. En ese recibidor de Pintores 10 disfruté hace pocos días con el privilegio de las explicaciones de Javier Alcaíns y de Juan Domingo Fernández, eximio periodista de Hoy —y de siempre—, y sobrino del fundador de Índice, de este pequeño gran tesoro que tenemos tan a la mano.



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