Este miércoles imaginé que un profesor de literatura como yo tuviese a ciento treinta y cinco pasos de su casa algo así como la Biblioteca Nacional o un Centro de Literatura Contemporánea gratuito en el que mostrar a sus estudiantes una parte de la creación literaria de nuestro tiempo con la voz de sus autoras y autores y la posibilidad de leer sus obras. Yo intentaría dar muchas de mis clases allí. Envidio sanamente a mis colegas de Historia del Arte del lugar en el que trabajo por tener un espacio como el Museo Helga de Alvear en esta ciudad. Sé que algo tan inconmensurable no cabe en el horario de unos estudios de grado; pero siempre habrá alguna jornada extraordinaria que pueda permitir dedicar toda una mañana a una clase magistral de arte contemporáneo. Supongo que las visitas de grupos de docentes con estudiantes a un sitio así son diarias. Una clase magistral es la que yo tuve el miércoles —limitada a mis limitaciones y con la voluntad y la certeza, en lo que quepa, de poder volver— en la muestra temporal en el MHA sobre Joseph Beuys (1921-1986). Antecedentes, coincidencias e influencias se titula la exposición, con un guiño a otra que se hizo hace más de medio siglo sobre Francisco de Goya. Si se tienen en cuenta los videos —entre ellos la película de Werner Krüger Joseph Beuys: Jeder Mensch ist ein Künstler (Todo hombre es un artista), de 1979, de cincuenta y cinco minutos—, la visita completa duraría más de cuatro horas, un festín para quien quisiese dedicar un seminario a una parte del arte más radical y performativo del siglo XX, al movimiento Fluxus desde los años sesenta, que tenemos tan cercano aquí, a pocos kilómetros, en Malpartida de Cáceres, en el Museo Vostell; que es, además, uno de los centros de documentación como archivo y biblioteca más importantes del mundo sobre esa propuesta de vanguardia. Otro privilegio a escasos pasos. Otro motivo para envidiar a los colegas de Arte. Disfruté del recorrido biográfico sobre Beuys y de las obras de otros autores como John Cage, Diego Lara, Juan Hidalgo, Blinky Palermo o Lothar Baumgarten, entre otros, y recordé mi visita no hace mucho en el Palazzo della Penna de Perugia a la permanente de las pizarras que allí se exponen de aquella visita de 1980 del artista alemán y que está documentada en un video que puede verse en ese ambiente de sótano oscuro —y solitario cuando yo lo visité— de un palacio museo al que espero volver. Insisto, me gustaría ser un profesor de Historia del Arte —contemporáneo— para dar clases de literatura a ciento treinta y cinco pasos de mi casa.
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