Algunos domingos tiene ese dilema. Bajarse a leer la prensa a su terraza de costumbre en su plaza favorita o quedarse en casa provisto de lo mismo más barato: los periódicos, aceitunas, unas cuñas de queso y cerveza fría. No te preocupes —la tutea porque ella lo ha hecho antes cuando le ha preguntado si te molesta el perro. Lo ha atado a la pata de una silla próxima a la suya en su mesa preferida. ¿Es un beagle, verdad?, pregunta retóricamente solo para ser agradable. Tiene una cara preciosa. No se atreve a decirle que su dueña se le parece, que también tiene un rostro amable, rematado en un moño descuidado y una oreja adornada con pequeñeces de pedrería. Él le dice que esa raza era una de las que más gustaba a su hija de pequeña. Cuando se conformaba con perros de peluche o con libros especializados, ¿sabes? Ella le cuenta que es madre de una nadadora que está hoy en Tokio, en las Olimpiadas —y él supone, por el leve acento de su excelente español, que en la delegación francesa. Discúlpame. No continúa la conversación porque él vuelve a la lectura y lee en un artículo de Íñigo Domínguez en El País que «Es agradable saber que hay gente dando lo mejor de sí misma mientras tú no haces nada». Ha llegado a esa frase después de haber sabido lo que ha ocurrido en su entorno desde ayer —que el aumento de ingresos y contagios lleva a la región al nivel 2 de alerta sanitaria—; o en otros ámbitos, con una crisis climática que está golpeando al mundo, o con el padre de un joven de veintisiete años, víctima mortal del accidente del Alvia en Angrois, que pide verdad y justicia. A la lectura de la prensa se incorpora la música de fondo del último programa de «Toma uno» (Radio 3), presentado por Manolo Fernández, después de treinta años desde su primera emisión, un programa de radio entre tanto ruido. Se alegra por asistir en directo a una despedida así y de haber resuelto el dilema del domingo quedándose en casa con la fotografía, publicada en una revista que no ha comprado, de una mujer muy guapa —¿francesa?— con un perrito atado a la pata de una silla y a la que no ha podido agradecerle que le haya invitado a la cerveza.
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