sábado, agosto 01, 2020

En el Helga de Alvear

Este jueves treinta, del ya liquidado julio, una treintena de Amigos del Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear participamos en una visita guiada privada al nuevo edificio de lo que pronto se llamará Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres. Desde las siete de la tarde hasta las nueve; y extraordinariamente bien guiados por María Jesús Ávila, coordinadora del Centro, y por Miguel Madera, arquitecto y coordinador técnico para la Fundación del nuevo proyecto del edificio ideado por Emilio Tuñón y que el Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura ha propuesto como candidatura al Premio «Mies van der Rohe» de 2021. Nos lo enseñaron como el que muestra satisfecho su casa, incluyendo el relato de todas las dificultades y problemas que han tenido que superarse en los cuatro años y pico que han durado las obras, con la explicación del uso y del significado de cada espacio, algunos de los cuales, como las grandes salas, nos presentaron el jueves una vista única que cambiará una vez que esos espacios sean panelados para mostrar la colección. Me acordé de Julián Rodríguez y de Antonio Franco. El primero habría vivido todo como una especie de recuperación culminante de una geografía urbana sentimental. Puerta de Mérida, Fuente Nueva, Gallegos o Pizarro son calles llenas de sus vivencias y aventuras, desde aquel mítico café-bar «La Torre de Babel» —que ha quedado dentro de su querido Centro—, pasando por «La Galería Nacional de Praga», su restaurante «Gabriel Bocángel», o, más reciente, su galería «Casa sin fin». Antonio habría disfrutado con sana envidia la posibilidad de integración en una zona urbana de Cáceres nada agraciada —como pasó, pero a medias, con el MEIAC en Badajoz hace años—, de un espacio tan impresionante como el que sin duda va a trasformar un entorno para mí tan cercano. No más de doscientos pasos dista el umbral de mi casa del Museo, y será fascinante entrar en él y sentirse en otro sitio, casi en otra ciudad, en una dimensión cultural distinta. O, simplemente, cruzarlo para que ir al otro lado a hacer un recado sea el gesto reivindicativo de un espacio propio.


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