Casi todos los viernes empiezo a leer El País por el final, por la columna de Millás. «¡Cuidado!» era el título de la semana pasada, y, como siempre, recomiendo su lectura. Después, ya vuelvo al principio, y este viernes en la portada había una fotografía de Rosa Maria Sardà, con gafas oscuras y la mano en la mejilla. Había muerto el jueves. Y en la página 3, en la crónica firmada por Pablo Guimón («El movimiento revisionista tras la muerte de Floyd alcanza a Cristóbal Colón»), sobre las protestas contra el racismo y cómo están ensañándose algunos manifestantes con el patrimonio simbólico de un país y de la historia, leí el participio en plural «vandalizados». Supongo que no habrá sido la primera vez que me topo con ese verbo, «vandalizar»; pero sí es la primera que me ha llamado la atención como para dedicarle este rato. Comprobé que está en el Diccionario de la Lengua Española tan solo desde 2014, desde la edición del Tricentenario. Con el significado de «Maltratar o destruir una instalación o un bien público». Sin embargo, ya en el Seco, en el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos (1999), estaba recogido el término como «Cometer actos vandálicos» y documentado en un artículo de Cuadernos para el diálogo de 1973: «El llamado ‘V Comando Adolfo Hitler’ ha asaltado la revista católica El Ciervo, maniatando a una secretaria y vandalizando el establecimiento». Sigue asombrándome este repertorio léxico elaborado sin los medios informáticos de ahora. Comparto esta admiración con mi amigo Pedro Álvarez de Miranda, a quien debo —siempre se pica con estas menudencias— el resultado de una consulta a Google que localiza el verbo vandalizar en el Compendio de las Memorias para servir a la historia del jacobinismo. Compuesto en francés por el Señor Abate Barruel y traducido al castellano con notas (Mallorca, Imprenta de Felipe Guasp, 1814). Un Google que, con unos años de retraso, también trae, si se busca, el ejemplo citado en su día por Seco y sus colaboradores. No es extraña la procedencia francesa de estas derivaciones de vándalo, pues también —y no solo en los impugnadores— se encuentra en textos oficiales de la órbita revolucionaria el término vandalismo, por ejemplo, en alguna instrucción pública de 1794 en la que se habla de «les destructions opérées par le Vandalisme, et sur les moyens de le réprimer». En España, había que esperar hasta los primeros decenios del siglo XIX para encontrar testimonios de ese uso. Y eso que casi todos los viernes empiezo por Millás.
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