jueves, marzo 26, 2020

Diario de estos días (XIV)


«oh misterio, oh engaño, oh espejismo» (Carlos Fuentes)

Jueves, 26. Ayer me acosté con una sensación de irrealidad después de escuchar en la radio una parte del debate en el Congreso de los Diputados sobre la prórroga del estado de alarma. Dudé si estaba ocurriendo en directo, porque no encontré ningún canal de televisión, ni privado ni público, que lo estuviese emitiendo. También dudé si era verdad que algunos ya hayan encontrado al responsable de tantos muertos. Como siempre, la comprensión, la generosidad, el sentido común, la cordura y la solidaridad son visiones de espejismo en política. Falsa expectativa. Irreales también han sido los minutos que he pasado solo esta mañana esperando a que mis estudiantes entrasen a la sesión virtual, cuando era yo el que había sido transportado a otro sitio que me pareció por un rato la casa triste y desdichada, la lóbrega y oscura del Lazarillo, una especie de limbo del que logré salir con esa prolongación de la mano que se llama ratón. Ya puesto, diré lo que el clérigo en el tractado segundo de la novelita: «Cómete eso, que el ratón cosa limpia es». Con solo unos minutos de retraso, la clase ha ido bien. Al menos, eso me ha parecido. Cada día que pasa hay una inquietud más preeminente que otra. Da reparo decirlo desde esta posición de privilegio; pero hoy me he preocupado por la posibilidad de no poder conectarme con el exterior desde los dispositivos que tengo aquí. Da vértigo, sin embargo, pensar en que nada valdría si se cayese la red eléctrica o el abastecimiento de agua potable. Otro día que me ponga apocalíptico hablaré de un inquietante ensayo de Umberto Eco sobre un no menos inquietante libro de Roberto Vacca (Il Medioevo prossimo venturo, 1971) que abrió un librito colectivo de Alianza Editorial —están también trabajos de Furio Colombo, de Francesco Alberoni y de Giuseppe Sacco—, La nueva Edad Media (1974), que hace años me recomendó Honorio Blasco y que yo compré en la desaparecida librería «Vicente Libros» de Cáceres, que tenía toda la colección de El Libro de Bolsillo. Qué casualidad. Esta tarde he salido a leer al balcón para que me diese el sol y sigo con el volumen de Jaime Salinas (Cuando editar era una fiesta), precisamente, por el capítulo segundo de la etapa de Alianza Editorial (1965-1976).

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