viernes, marzo 20, 2020

Diario de estos días (VIII)

«en cárcel presa ya y aún no nacida» (Alfonsina Storni)

Viernes, 20. Acabo de leer un titular escalofriante: «¿Y qué ocurre cuando el maltratador también se queda en casa?» (ABC.es. 20.3.2020). Aunque el texto de Érika Montañés aborda otras cuestiones, como que, según el Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Poder Judicial, hay menos quiebras de las órdenes de alejamiento, la miga del asunto está en el terrorífico encierro de una mujer en el mismo espacio que su agresor. Por eso algunas asociaciones están pidiendo que los centros de acogida permanezcan abiertos. Al principio, me sorprendía pensando en algunas situaciones cotidianas que se agravan por lo que ocurre, por ejemplo, que alguien que está confinado solo, como yo, salga a la compra y se deje las llaves y el teléfono dentro de casa; pero la lectura de la prensa me trae tantas excentricidades que mejor es pasar página. Y a otra cosa. Por ejemplo —y mucho mejor—, que hoy he dado una clase con mi grupo de 3º de Filología Hispánica, y que veintidós alumnas y un alumno se han conectado a la hora —las cinco y media de la tarde— en la que he podido programar la sesión. Gracias, muchas gracias. Hoy ha sido una excepción, porque yo quería hacer una prueba técnica que ha resultado muy bien y que hemos aprovechado para resolver dudas sobre las tareas pendientes. La próxima semana, en el horario de clase, volveremos a servirnos de estos medios maravillosos para resolver una crisis así. Quién iba a decirme que, después de treinta y cuatro años dando clases, iba a dar una desde mi casa, desde este estudio en el que paso la mayor parte de mi vida, y con una taza de café al lado. Me ha sabido a poco la hora y pico que hemos estado juntos; y no descarto que en alguna de las próximas clases que nos queden dedique unos minutos a preguntar individualmente cómo llevan este trance excepcional. La de hoy ha sido una experiencia muy grata. Por compartida.

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