© Imago. Revista de Emblemática y Cultura Visual
Quiero que la primera entrada de este mes de diciembre esté dedicada a Víctor Infantes (1950-2016), porque hoy se cumplen tres años de su muerte. No me sorprende que sean tan numerosas —una treintena— las entradas de este blog que hablan de él, porque me tuvo entre los destinatarios de sus regalos de rara impresión, sus artificios bibliográficos y sus consejos; y siempre quise corresponder a su generosidad y reconocer su sabiduría en materia de libros. Espero que muy pronto se publique un volumen en su homenaje que ha coordinado su discípula y amiga Ana Martínez Pereira y que creo que llevará el título de Arte de la memoria. Ella, Ana, publicó en Imago. Revista de Emblemática y Cultura Visual, en el número 9 de 2017, una «Semblanza de Víctor Infantes» que encabezó con una cita de Manuel Altolaguirre que decía: «La memoria, que en la vida nos abandona con tanta frecuencia, en la muerte nos presta su abrigo, nos conforta, nos salva. El alma se queda envuelta con el paisaje de su conducta, de sus pensamientos, de sus emociones». Y, debajo, otro epígrafe, este de Víctor Infantes, que rezaba: «La memoria es un silencio de madera». Ana Martínez Pereira, que firmó con Víctor valiosos trabajos, cerró aquella semblanza con las siguientes palabras: «Su saber, y su modo de saber, son una gran pérdida para la filología española. Su ser, y su modo de ser (y estar) son insustituibles para sus amigos. Su memoria, impresa y vital, vivirá siempre en nuestro recuerdo». Por supuesto. Un recuerdo muy vivo.
Sin duda, un recuerdo siempre vivo a mí querido y admirado profesor.
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