domingo, noviembre 17, 2019

Klaus


El viernes asistí al estreno de Klaus, de Sergio Pablos (SPA Studios), la película en la que ha trabajado Julia como asistente en el área de Clean-Up. Fue en casa de su madre, que está suscrita a Netflix —parece que no puede verse en salas y horarios convencionales. Está claro que allí estaban, además de los perros, una madre y un padre orgullosos. Bueno, la verdad es que la película está muy bien. Hay quien ha escrito que tiene ecos de otra de dibujos que a Pedro y a Julia siempre les ha encantado: El emperador y sus locuras (2000). Cierto. Sin embargo, a mí el motivo argumental de arranque —un padre que destina a su hijo cartero a un lugar remoto— me ha recordado a Bienvenidos al Norte (2008), la cinta francesa de Dany Boon que tanto me gustó. Así que no es mala señal, aunque haya una distancia grande. Klaus es una excelente película que yo espero que haga de sus dos limitaciones sus valores principales; a saber, que está hecha en 2D y tendrá que competir con la aparente grandiosidad visual de la 3D —y es que está muy bien hecha—, y que está destinada al público infantil con un argumento navideño —y es que va a gustar a todos los públicos. El caprichoso hijo cartero de padre rico y dueño del servicio postal llega a un inhóspito pueblo del norte más nevado con una condena impuesta, pues tiene que conseguir seis mil cartas, y conoce a un grandote carpintero fabricante de juguetes, viudo, aislado, huraño y temible al principio. La historia va creando, a base de sus situaciones casuales, todo el imaginario de la figura de Santa Claus —el carro tirado por renos que vuela, el carbón que recibirán los niños que no sean buenos, el envío de juguetes por Navidad… Yo no soy experto; pero Julia ha sabido mostrarme los matices de la calidad que tiene este trabajo técnicamente. Las virtudes de un guion como el de Klaus las aprecio, y sabe manejar los recursos esenciales para que enganche y emocione y te haga reír. Hay un conflicto paterno-filial que enmarca la historia, hay un viaje hacia lo desconocido, hay unos malos muy malos, hay ilusión y hay una bonita siempre historia de amor. Y la justicia poética que nos lleva a vivir todos los días interpretando la fantasía de los sueños. La vimos en inglés con subtítulos y luego pudimos ver algunos trozos del doblaje en español. Pongo aquí un comentario que he leído en internet: «Tiene huevos que una película de animación española haya que verla en inglés porque el doblaje es una mierda debido a que siguen metiendo famosetes no cualificados para doblar». Lo dicho. En fin, es mi segundo estreno familiar —también vimos los tres Buñuel en el laberinto de las tortugas cuando por fin se estrenó en Cáceres— y es una sensación muy placentera ver cine así de cerca. Felicidades, y estoy seguro de que no será la última vez que lo diga, porque va a haber mucha gente que sea feliz por haber visto este trabajo en el que tanta gente se ha visto implicada. Entre esas muchas personas, mi hija Julia.

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