domingo, abril 01, 2018
Los libros de allí
Hay veces que, aquí, solo, sentado en mi escritorio, necesito salir a buscar un libro que está fuera de este cuarto, en la habitación de J., por ejemplo. Allí están, mayormente, los de poesía española contemporánea. Para llegar tengo que cruzar el salón y —es curioso— me quedo parado por si hay alguien y tengo que saludar, como si tuviese que dar las buenas noches a quien, sentado en el sofá, espera no sé qué cosa. Es verdad, siempre me pasa por las noches. La otra noche había alguien. Estoy convencido. No tuve que saludar a nadie en el salón; pero el libro apareció en mi mesa. Nota de filólogo: si lo de arriba fuese un texto importante, por ejemplo, el poema de un gran poeta, y hubiese sido escrito como yo lo he creado, finalmente, con esfuerzo; entonces, si yo, como así ha sido, no he guardado ninguna de las seis versiones de esas líneas que escribí antes de publicarlas, no habrá textos previos, no habrá ante-textos, o habrá poco de algo. Me da igual el soporte, aunque yo esté aún acostumbrado a trabajar con papel; pero lo que digo, la historia textual de lo escrito cabría perfectamente en los nuevos formatos. Siempre que el escritor guardase las diferentes versiones de su texto. Difícil en los tiempos que corren. Yo, que quiero dedicarme a esto, pido a los que escriben que guarden las versiones previas a aquello que puede ser importante. Nota de usuario: llevo meses intentando recuperar centenares de páginas que escribí, en varias versiones, y no hay manera de que sistema alguno lea el formato en el que las escribí en su día. Vértigo.
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