Ahora que no está, la memoria me trae los recuerdos mejores. Incluso si vienen de los años más duros para ella, tienen el color del júbilo que sentía cuando salvaba con dificultad los treinta y cuatro peldaños de la escalera de casa. Sobre todo para salir; porque lo de volver a casa no lo llevaba bien. Y menos, subiendo. Ella y sus dificultades, su mermada capacidad para mucho, su dependencia; pero también la vida que afrontaba ilusionándose con tu disfrute, o con cualquier salida a la calle, por el motivo que fuese. Le gustaba sentarse en las terrazas, que había que amortizar todo el tiempo posible. Yo quiero ser como ella, una superviviente razonable.
Me quedo con la frase final de esta memorable reflexión maternal. Lecciones de vida. Un abrazo.
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