No han sido pocas las veces en las que, al hablar de los textos de Miguel de Unamuno en clase, he aludido a aquel triste episodio del llamado «Día de la Raza» en Salamanca el 12 de octubre de 1936. Entre mis carpetas está la fotocopia de la página del libro de Emilio Salcedo Vida de Don Miguel (Salamanca, Ediciones Anaya, 1964) donde se reprodujeron las anotaciones que Unamuno hizo en una cuartilla que llevaba en el bolsillo de una carta que le había escrito Enriqueta Carbonell, la esposa de un pastor evangélico llamado Atilano Coco, detenido por masón, y que finalmente fue fusilado. Así de tremendo. También tengo una copia de la tercera de ABC de 26 de noviembre de 1964 en la que José María Pemán escribió «La verdad de aquel día»; y luego utilicé lo que escribió Luciano G. Egido en su gran libro Agonizar en Salamanca (Madrid, Alianza Editorial, 1986). Ahora, el sello de Oportet Editores, que lleva con su sabiduría y erudición Emilio Pascual, publica el que puede considerarse el relato más fidedigno de lo que ocurrió aquel día, a pesar de ser una reconstrucción literaria a manera de diálogo teatral —con sus acotaciones, su tabla de personajes...— de aquel acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. O precisamente por eso, por reconstruir con rigor, a partir de los testimonios de los intervinientes, de los testimonios gráficos —prensa y fotografías— y de los testimonios de los asistentes, aquel episodio lamentable. Con el rigor y la honestidad de quien advierte de todo aquello de lo que no se tiene cabal noticia; de quien solicita en la última nota al pie de su prólogo a todo el que pueda aportar cualquier detalle sobre el asunto que tenga la amabilidad de comunicárselo: polluxhn@me.com. Se trata del libro de Pollux Hernúñez, «Venceréis, pero no convenceréis»: la última lección de Unamuno. Recreación histórica del acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 (Madrid, Oportet Editores, 2016). No conozco a su autor; pero lo que sé de él me lleva a creer que merece que alguien escriba su biografía. Lo que sé de él lo sé —aparte de sus escritos— por Emilio Pascual, su editor en Oportet Editores, quien me habló en Cáceres de un latinista que se ha ganado la vida como traductor, que es salmantino (Salamanca, 1949) pero australiano, que sabe de teatro y de don Miguel de Unamuno... En septiembre de 1934, un Decreto del gobierno de la República española nombraba a Miguel de Unamuno Rector Vitalicio de la Universidad de Salamanca. En agosto de 1936, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Manuel Azaña firmaba la derogación de aquel decreto. Poco después «se celebró en el paraninfo de la Universidad de Salamanca un acto de amplia repercusión en aquel momento y del que todavía se sigue escribiendo, pues en él un hombre singular alzó su fatigada voz y acabó granjeándose el título de traidor por los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil, «los hunos y los hotros». Ese hombre se llamaba Miguel de Unamuno, había llegado a la ciudad 45 años antes, la había adoptado como suya, y desde ella lanzó a España y al mundo el grito de sus convicciones, sus angustias y sus contradicciones» (pág. 7). Así comienza este «Venceréis, pero no convenceréis»: la última lección de Unamuno, esta aportación editorial de Oportet, que prolonga su intención de reivindicar la personalidad y la obra de ese hombre con la publicación —que anunciaba el otro día El País— de un texto inédito de don Miguel, el de sus Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza, que escribe a los 24 años y que puede ser una de sus primeras obras. Esta misma tarde se ha presentado en el Ateneo de Madrid esta otra novedad.
En efecto, se presentó y con una concurrencia que desbordó todas las expectativas. Ejemplos como el de Pollux (o el del propio Emilio Pascual, tan sabio) refuerzan la confianza en la perduración de ciertas cualidades y tendencias en nuestro mundo cultural que se dirían en retroceso.
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