viernes, diciembre 30, 2016

Colas


Creo que fue mi compadre M. quien me dijo que la proverbial exageración sevillana divulgaba que lo que realmente quedó pasada la Expo del 92 fue el hábito de hacer cola, y que se veía a la gente guardarla aunque fuese en el ancho mostrador de una farmacia o delante del kiosco para comprar el periódico. Los de provincias no hacemos cola, por ejemplo, para coger el autobús. Llegamos a la parada y aguardamos, sentados o en pie, hasta que llega el nuestro y nos juntamos en la puerta para ir entrando con cortesía. Reconozco que me siguen llamando la atención las largas filas, como no hace mucho en la Ciudad Universitaria de Madrid, frente a Ciencias de la Información. De allí, de la capital, aparte de un buen paseo, buenas exposiciones y un poco de teatro, nos trajimos hace ya semanas una noción de la cola que poco tiene que ver con las habituales esperas en fila, como la que había en la acera de los impares del Paseo de Recoletos para visitar Los fauves. La pasión por el color, la excelente exposición programada por la Fundación Mapfre hasta finales de enero de 2017. Pasamos, pasado el mediodía, y regresamos después de comer para entrar sin esperas y con muy pocas personas en las salas. Aquella misma tarde de un viernes volvimos a ver la previsible cola del Cristo de Medinaceli, que, a pesar de todo, me sigue sorprendiendo. Esas aceras grises saben mucho más de miserias que los confesonarios y están tan cerca de las Cámaras que parecen proclamar el fracaso de quienes deberían ser responsables de nuestro bienestar. Si ellos fallan, la superstición triunfa. O las Loterías y Apuestas del Estado, que tienen otra de las grandes colas de España, tan real que podría convertirse en un símbolo con nombre de señora venerada: Doña Manolita. Y no acaba ahí la cola, quiero decir, la cosa. Una noche de sábado, de vuelta al hotel, nos llamó la atención la larga fila de jóvenes que trazaba la esquina de la calle de Atocha con el Paseo del Prado. No era horario ni era público para exposiciones o para rezos. Varias preguntas de algunos chicos llegados por oleadas en trenes de cercanías a la capital —la Kapital, más bien— nos sacaron de dudas sobre lo que finalmente era una macrodiscoteca de moda. Al día siguiente, domingo, pude ver la programación de aquella atracción para las masas, y poco después, esa misma mañana otra confirmación de la quintaesencia de la cola en la que se forma para adorar al Santo Niño del Remedio —los días trece de cada mes—, esta vez cerca de la sede de la Comunidad de Madrid. Son solo unos ejemplos. P. s.: una búsqueda en la red de imágenes de «colas» depara decenas de tonificados culos femeninos. Lo que son las colas; perdón, las cosas.

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