Cuando me llegó de Álex Chico este nuevo libro en enero pasado, le acusé recibo agradeciéndole el envío y le dije que la primera impresión era muy buena, de complicidad con su entorno y sus protagonistas. Los protagonistas de Un hombre espera (Barcelona, Libros en su Tinta, 2015) no son otros que la lectura y la escritura, además de que en él se citan algunas personalidades literarias que van desde Sebald o Mondiano hasta amigos y maestros como Álvaro Valverde o Ángel Campos Pámpano. Ahora bien, el principal protagonista, el interés común y el gesto cómplice confluían en un nombre: José Antonio Gabriel y Galán. El nombre del escritor sobre cuya obra literaria trata tan especialmente este ensayo. Un ensayo que yo pondría como ejemplo de contrapunto de la manía normativa que se ha instalado ya en la supuestamente reformada universidad española. Hay reglamentos para todo y verificas para nada; y seguro que habrá alguien que en algún tribunal penalice que no se haya utilizado la Times New Roman 12 en el trabajo de fin de grado que sea. Traigo a mi terreno pedestre un supuesto debate sobre la atmósfera genérica que he podido leer en la promoción del libro, en el texto de su cuarta de cubierta, en el acertado prólogo —«Comprensión del lugar»— de José Ángel Cilleruelo y en la nota celebrativa de Álvaro Valverde, paisano del autor —«Álex Chico, novelista». Sigo teniendo a Álex Chico como uno de los jóvenes poetas extremeños del siglo XXI y activo crítico literario en diversas publicaciones —más permanente en el consejo de redacción de la revista Quimera—; pero no como un novelista. En el texto de la cubierta se aventura una definición de «ensayo ficción» que no aclara el asunto, puesto que lo que tiene de diario de viaje es real y lo que tiene de ensayo crítico también, real y honesto intelectualmente, sin falsedades. Lo dice Cilleruelo, esto es «una manera alternativa de abordar un conocimiento crítico que se salta todos los protocolos de la crítica». De la crítica académica, y reglamentista, añado. Y, además, no tendría por qué prescindir de todos los protocolos. Es posible que todo se resuma en el dato que aporta Álvaro Valverde en el lugar citado: «su abandonada tesis doctoral». Este sugerente ensayo personalista sobre el aura —el lugar— de un escritor y de sus obras, y que quiere conocer un mundo de ficción con el supuesto anclaje de siempre en la realidad, puede compartir la impresión sobre un café o un puesto de pescado con el dato documentable. Por ejemplo, por el estudioso Álex Chico sé que José Antonio Gabriel y Galán escribió en 1965 una novela, la primera, titulada Idea fija en Montparnasse, inédita. También que hubo un libro de poemas con el título de La paz así encontrada. Esto es real. Como que Idea fija en Montparnasse fue presentada en 1971 al Premio de Novela Ciudad de San Fernando (100.000 pesetas), en el que quedó finalista junto a otro título de un extremeño, La cuneta, de Juan José Poblador (ABC, 9 de julio de 1971, pág. 51). Chico nos cuenta que la obra del poeta Jean-Jacques Ventoux, Un homme qui attend, trasunto del título de su libro, fue una especie de biografía del barrio de Montparnasse. Este es el escenario de esta sugerente obra llena de vivencias literarias y de una personalidad como la de José Antonio Gabriel y Galán. Sigue.
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