viernes, diciembre 19, 2014

Noticias felices de Juan Marsé


Hace mucho que Juan Marsé dijo que él siempre parte en sus novelas de una imagen. De imágenes, no de ideas. «Primera imagen, primer latido» es el título de un artículo publicado en el periódico El Sol el 5 de octubre de 1990 en el que el escritor barcelonés habló de esos cromos que engendraron las novelas, cromos en la imaginación del autor, o estampas que ponen a funcionar la imaginación del creador. En el caso de la última obra de Juan Marsé (Noticias felices en aviones de papel, Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial —Lumen Narrativa—, 2014) es una fotografía real, que se reproduce al final de sus páginas, una foto que muestra a seis muchachos «descalzos, harapientos y famélicos» (pág. 87) en la calle Nowolipie del gueto de Varsovia en el verano de 1943. Ahí termina la realidad constatable de este relato. Por eso también Juan Marsé ha repetido al hablar de su poética novelesca que su escritura muestra un jardín de verdad con ranas de cartón, que es el título que eligieron Xavier Robles como director y Marga Carnicé y Mikel Gurrea como guionistas para el documental «Un jardín de verdad con ranas de cartón» editado en deuvedé en el libro Ronda Marsé (Ed. de Ana Rodríguez Fischer. Canet de Mar, Barcelona, Editorial Candaya, 2008), del que ya hablé aquí. En Noticias felices en aviones de papel el jardín sigue siendo Barcelona, el barrio de Gracia, el número 7 de la calle Congost donde vive Bruno, el chaval protagonista del relato, con su madre Ruth, una de las ranas de cartón de esta obra denominada «novela breve» —setenta y dos páginas de texto— quizá solo por razones de mercadotecnia editorial, a la espera de una nueva entrega novelesca de la que el autor lleva ya cien páginas «bastante acabadas» y de la que ha dicho que se titulará Una puta muy querida. Ya veremos. Al agrado ahora de leer Noticias felices... se suma el gusto de una edición cuidada e ilustrada con dibujos de María Hergueta. Es muy placentero leer una obra así, en la que uno vuelve a encontrarse con el mundo más marseano/marsista de la mirada de un adolescente sobre lo que parecer ser real o sobre un pasado ajeno; el mundo singular de los personajes del padre o de la señora Pauli, Paulina o Pawlikowska —el libro está dedicado a Paulina Crusat, «que me abrió la puerta», escribe Marsé sobre la mujer que propició que se publicasen sus primeros textos en la revista Ínsula— que son figuras que vuelven a evocar otras parientes en grandes obras como El embrujo de Shanghai, Rabos de lagartija o Caligrafía de los sueños. (Atento, Juan; la edición tiene tres erratas, que yo haya visto: «un lupa» por «una lupa» (pág. 37), «me page» por «me pague» (pág. 42) y (pág. 67) «de arroyo» por «del arroyo»). Noticias felices en aviones de papel es otro de esos regalos que salen de la mano de Juan Marsé, que sigue empeñado en hacernos ver, con los pelos y señales de una prosa precisa y trabajada, hasta el más mínimo detalle de una realidad que con él se hace texto. Como en el tiovivo de la vida, cuando unos cabalgan un tiburón y otros una sardina (pág. 19). Qué genialidad del maestro Marsé. Es decir, una realidad que se transforma en un texto literario que engrosa para bien la historia de la novela española de nuestro tiempo. Otro favor que nos hace Marsé a los lectores.

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