Mientras España perdía anoche por dos goles a cero en Maracaná, una treintena de personas asistíamos en el Gran Teatro de Cáceres a la función de la obra Noche oscura ¡ahora!, una «cita a ciegas con San Juan de la Cruz». Un montaje dirigido por Agustín Iglesias (Teatro Guirigai) con dramaturgia de él y del poeta José Manuel Martín Portales —que acaba de publicar su libro Patio interior (Pre-Textos) como Premio Gabriel Celaya—, y con la interpretación de Magda Gª-Arenal y Mario Benítez. «En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada.» «Para que yo alcance diese / a aqueste lance divino, / tanto volar me convino, / que de vista me perdiese; / y con todo, en este trance, / en el vuelo quedé falto; / mas el amor fue tan alto, / que le di a la caza alcance.» «¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, / aunque es de noche! / Aquella eterna fonte está escondida, / qué bien sé yo do tiene su manida, / aunque es de noche.» Podría seguir copiando aquí los versos sublimes de San Juan de la Cruz hasta agotarlos. Sería una manera de transcribir y transmitir la primera parte de este interesante espectáculo contemporáneo —a partir de un texto clásico— que crea una atmósfera de mucha fuerza con los versos de Juan de Yepes, con la convicción en la palabra como un asidero para alguna forma de supervivencia. Solo con esos minutos de lograda plasticidad escénica, en los que los dos actores —Ella y Él— nacen desde la oscuridad y llegan a la luz, se sostiene esta propuesta. Una suerte de segunda parte es la que contiene la inevitable lectura de nuestro propio tiempo y su convulsión, en la que Ella y Él serán Catalina (Álvarez) y Gonzalo (Yepes) —y aquí, en la buena interpretación de los actores, aprecio también una diferencia a favor de la primera parte— en un escenario ahora marcado por elementos actuales como una maleta o como la palabra de San Juan convertida en un grafiti o en una pancarta de una movilización («Por aquí no hay camino»). No se oculta —al contrario— en esta propuesta un mensaje que soliviante; pero se impone la invitación a esta experiencia del verbo poético con una eficaz y atractiva experiencia teatral. Ayer sonaron raros los sentidos aplausos en una sala vacía, sí; pero, al menos, fuimos los únicos anoche que aplaudimos. Luminosa noche para unos pocos y oscura para muchos.
Otro ejemplo más de dos Españas, Miguel Ángel. Pero a su vez lo vuestro no fue ni de la que muere ni de la que bosteza. Es con la que yo me reconcilio, si es que tiene sentido un nombre de un país.
ResponderEliminarEnhorabuena por las treinta innumerables personas. Esa aparente pequeñez me emociona. ¡Aún quedan treinta personas capaces de proponer una alternativa! Tu final de que al menos vosotros aplaudisteis sí que es de apoteosis.
Lo celebro. Transmite esto a quien haya estado contigo escuchando al místico escritor.
Salud siempre.