Hace ya más de un año que recibí un comunicado de mi casi paisano extremeño Miguel Ángel Garrido Gallardo, profesor de investigación del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, en el que anunciaba el proyecto La Biblioteca de Occidente en contexto hispánico, una especie de canon motivado por la necesidad —el libro tradicional y los nuevos tiempos— de seleccionar cien obras literarias que no pueden faltar en nuestra biblioteca. Para generar el debate, se organizó un congreso internacional patrocinado por la Universidad Internacional de La Rioja entre Madrid y Logroño en junio de este año. Y ahora, de resultas de todo aquello, Nueva Revista publica en su número 144, un monográfico sobre el asunto, con una conversación entre Miguel Ángel Gozalo y Miguel Á. Garrido Gallardo, con artículos de José Manuel Sánchez Ron y José-Carlos Mainer, y la relación con breve reseña de los cien títulos seleccionados, que coinciden con la primera lista que ya anunció el promotor del proyecto. Están la Biblia y el Quijote, casi como estandartes; pero «Todo lo demás es discutible», como dice Garrido Gallardo. Homero, Horacio, Ovidio, Erasmo, Garcilaso, Shakespeare, Dostoievski, Bécquer, Borges... La Divina Comedia, La Celestina, Lazarillo de Tormes, Robinson Crusoe, Tristram Shandy, La Regenta, Pedro Páramo... Por algo hay que empezar. Y esto es lo principal. Porque lo de poner reparos a la lista y a sus criterios está servido; pero la lista está. Por ejemplo, la fecha elegida como tope —1962—, los cincuenta años de perspectiva histórica, dejan fuera Cien años de soledad, de García Márquez, que está representado en la relación con El coronel no tiene quien le escriba. ¿Forzado? Es posible. A pesar de que algunos, como Adolfo Torrecilla, encargado de su comentario, valoremos —él prefiere— la sobriedad estilística de esta maravillosa novela de dictador. Está Flaubert; pero no Madame Bovary. Está Marcel Proust; pero con Jean Santeuil. Y a Galdós lo han querido con Trafalgar, sin mojarse con ninguna de sus impresionantes novelas. Yo ya me he apuntado que tengo que leer a Ralph Ellison. Por cierto, parece que Pessoa tenía que estar y está muy mal tratado, con ningún esmero; pues mientras a los autores que conforman la lista se les adjudica una obra —por ejemplo, a Tolstoi Guerra y paz, o a Kafka El castillo— al portugués, y también al alemán judío Paul Celan, se les despacha como autores de «Poemas», como si no hubiesen escrito sus libritos. Está Vicente Aleixandre y no está Luis Cernuda. Y además Don de la ebriedad de Claudio Rodríguez es anterior a 1962. «Todo lo demás es discutible», claro. Por eso es sólo un principio de algo, de algo importante. Lo que me incomoda no es el debate sobre el canon, que sería interminable; sino el asunto de fondo, que me parece un tanto apocalíptico. Rescatemos cien títulos antes de que desaparezca todo (=libro en papel), porque estamos viviendo un momento finalista. No sé.
Si está Aleixandre y no Cernuda, la cosa no va bien. Nada bien. No obstante...
ResponderEliminar