Como si hubiese estado ajustándome a un programa de lectura coincidente con su composición, leí este libro en tres momentos y, al menos, en tres lugares distintos. Y es que estas Pequeñas biografías por encargo (Madrid, Huerga y Fierro Editores, 2013) de Javier Morales Ortiz (Plasencia, 1968) están estructuradas en tres momentos, que hacen de partes de una misma historia localizada en tres tiempos distintos. El primer momento, en la primavera de 1999; el segundo retrocede hasta el verano de 1982; y el tercero y último se sitúa en el invierno de 2010, que es el tiempo supuestamente más próximo al presente de la escritura. Pero no queda ahí la cosa, y por eso el índice de este libro no es preciso, pues escamotea demasiado. El índice solo sitúa los tres momentos; pero yo le pediría más. Porque el «Primer momento. Primavera de 1999» tiene tres partes: «El encargo», dividido en siete secuencias (I-VII), «Cuaderno de trabajo», cuya estructura se fundamenta en las apuntaciones —hasta dieciocho— en lugares como La Comarca, Lisboa, Madrid o Begur sobre algunos de sus habitantes, y «Romper el hielo», de cuatro secuencias (I-IV). El «Segundo momento. Verano de 1982», el más breve, precedido por dos lemas, de Albert Camus y Erri de Luca, se desmembra en seis textos muy breves. Y, por último, el «Tercer momento. Invierno de 2010» tiene siete secciones. Así que no es lo que parece, según el índice, tan resumido. Y lo digo porque Javier Morales Ortiz es autor de relatos breves y se nos presenta —véase la solapa— con esta su primera novela. Una novela, sin embargo, cuya morfología es tan divisible que se diría que el conjunto, la novela, se construye a partir de relatos cortos y de fragmentos. Propio de quien nace como escritor en esa distancia corta y quiere hacerse en logros más largos. El resultado es un interesante relato que toma como excusa la indagación —el encargo— en la biografía de otro para mostrar la del propio narrador. Y también para ofrecer un discurso metanarrativo siempre sugerente —para mí— que aporta muchos significados: «Escribir una biografía se asemeja a escribir una novela, solo que los datos vienen dados y son reales. No puedes forzar un personaje, manipularlo para que se comporte de un modo u otro, para que evolucione, aunque en las novelas, como decía Sciascia, cada personaje, al ser representado, carga ya con la consumación de su pasado, la realidad de su presente y la incertidumbre de su futuro» (pág. 98). Y acabo. No hace nada que he releído lo que escribió Luis Landero sobre uno de sus personajes de Retrato de un hombre inmaduro que hacía biografías por encargo. Ignoro si en el germen de este libro de Javier Morales Ortiz tiene algo que ver la lectura de aquel relato de Landero. En nada se parecen, me parece; y sin embargo, parece que hay algo de la insignificancia del personaje que se reivindica en ambas. Es solo un apunte sobre una lectura gustosa.
Estaba buscándote en Twitter y he encontrado una mención del autor. Le he respondido esto:
ResponderEliminar"@dfmun: @javiermoralesor Fue profesor mío en Cáceres. Aprendí mucho de él (en la medida de mi capacidad, claro). Saludos :)"
Un afectuoso saludo,
David Fernández Muñoz