viernes, mayo 03, 2013

Sólo para náufragos


Hace ya tres semanas, el viernes 12 de abril, estuvimos en El Corral de las Cigüeñas de Cáceres en la fiesta de presentación del disco de Juanjo Cortés Sólo para náufragos (Paco Martín Producciones, 2013). Lo pasamos muy bien. El gusto se ha prolongado con la escucha de un disco redondo que muestra cómo es Juanjo Cortés. Un pescador discreto de lo más sensitivo. Discreto cuando no está en el escenario, en donde es como tiene que ser, con su descaro cantante. El disco es delicioso para escuchar y pocas veces uno se encuentra con una secuencia de canciones tan creciente. Si la obra comienza en alto, con «En la isla», que abre el juego metafórico del mar y del naufragio, del navegar, por todo, y que será motivo recurrente en otros temas; luego sube más. Cada escucha es distinta. Incluso uno no tiene por qué seguir un orden; pero si lo sigue, cada tema supera al anterior sin anularlo. Al contrario, lo supera para volver a escucharlo y recuperar su valor. Gusta mucho. El sonido del mar del principio es una invitación a una travesía del timón de alguien que fundamenta su libertad creativa —«Sin etiquetas» es una declaración— en la razón del náufrago, que busca crear ex novo y que anhela volver a la deriva. El mar y navegar, la isla y la soledad son los referentes simbólicos de la música y la canción, del poeta y del cantante. La secuencia que va desde el comienzo hasta «Isla tristeza» o «Los dos lados», cortes quinto y sexto, confirma ese valor creciente del disco. Una canción como «Buscando trabajo» me recuerda la música de otros tiempos, alguna balada de los ochenta; pero sobre todo me detiene en la habilidad de Juanjo Cortés de fundir palabra —«frenó»— y melodía —con un «no» sostenido. Otro tema como «Hablo de amor» me recuerda a Hilario Camacho... Y aunque una de las mejores canciones del disco sea su dedicatoria —«A la memoria de mis padres, a Mari Té y Mari Carmen por su gran capacidad de amar, a mis hermanas y a toda la familia, a mi hijo David, a todos mis amigos, imprescindibles compañeros de viaje; a todos los que me apoyan en la música siempre sin condiciones, y a Lourdes, compañera de sueños y destino»—, me quedo con «...y una nana», que es una desgarrada nana nocturna y alcohólica, una especie de himno en la mejor clave vocal al piano solo. Es el último tema del disco; y con razón —subjetiva e íntima— decía yo lo de creciente.

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