miércoles, mayo 08, 2013

Después del centenario de Rodríguez-Moñino


Hace nada, gracias a Joaquín González Manzanares, director de la Biblioteca de Extremadura, he recibido los primeros ejemplares de Antonio Rodríguez-Moñino en la cultura española (Badajoz, Biblioteca de Extremadura —Colección Alborayque Libros, 7—, 2013), cuyo colofón está fechado el 23 de abril, Día del Libro, «al que tantos desvelos, afanes y horas dedicaron María Brey y Antonio Rodríguez-Moñino» —dice. Es el más reciente resultado de un centenario que celebramos en 2010. Porque hace unos meses apareció también la edición al cuidado de Víctor Infantes de unos textos principales de Rodríguez-Moñino. Su conocimiento personal —por Leonardo Romero Tobar—, sus libros —por Eustaquio Sánchez Salor—, sus actuaciones y relaciones en Extremadura —en los trabajos de Pablo Ortiz Romero, Manuel Pecellín Lancharro, César Chaparro Gómez y Mercedes Pulido Cordero—, su poesía —estudiada por José Luis Bernal Salgado— y su labor como editor —por Víctor Infantes, José Jurado y el que suscribe— se tratan en este volumen de doscientas cincuenta páginas muy merecidas, dedicadas a aquel hombre que dijo que él no pretendía ser un crítico; sino un bibliógrafo, un contador de folios y páginas que, sin embargo, tenía «la debilidad de no considerar al libro sólo como unidad catalográfica, sino como expresión material de pensamiento y sensibilidad: quiero decir que los leo.» Ejemplo eminente.

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