miércoles, marzo 13, 2013

Plasencias de Álvaro Valverde


Este libro estaba ahí. Desde el principio. Estaba, por supuesto, en el breve Lugar del elogio (Col. La Centena, 83, 1987), anterior a la obra mayor de Álvaro Valverde y que tomó Plasencia y su entorno como motivo de sus pocos versos. Más: ha estado en todos y en cada uno de los libros escritos por Álvaro. Por supuesto, en las novelas Las murallas del mundo (2000) y en Alguien que no existe (2005). También, claro, en todos sus libros de poemas; de los que éste quiere distinguirse —es lógico, porque se trata de otro registro, necesario; pero distinto—, y lo hace, por ejemplo, con una marca como la dedicatoria. Que este Plasencias (Mérida, De la luna libros, Col. Luna de Poniente, I, 2013) esté dedicado a su madre, a su padre —a su memoria— y a sus hermanos Fernando y Jesús no es una novedad —recuérdese el «A mis padres» de Territorio—; pero es marca distintiva del resto de los libros que, según costumbre, han estado siempre dedicados a la familia elegida, a Yolanda, a Leticia y a Alberto. Según costumbre y según pauta del tiempo: a Yolanda, también, Territorio (1985); a Yolanda y Leticia desde Las aguas detenidas (1989) hasta A debida distancia (1993); y a Yolanda, Leticia y Alberto desde Ensayando círculos (1995) hasta ahora. Plasencias, pues, parece un libro distinguido de otros, de otra línea; y es, sin embargo, el libro que muestra o expone la raíz y el escenario del resto de la escritura de Álvaro Valverde. Con una altura poética sorprendente para todos los que esperaban que Álvaro, en un molde así, rebajase el pulso por esta mirada a su entorno más doméstico. No. Plasencias es una brillante guía íntima de una ciudad vivida; es un recorrido melancólico y a veces doloroso por sus calles —secundarias, «carece de lustrosas avenidas»—, sus rincones, su río, su luz y sus murallas. Es relato de una vida entre sus muros, con la expresión de las casas habitadas en la serie casi central «Callejeros», de seis poemas domiciliarios e intensamente memorativos. Plasencias es un libro auténtico, inédito —salvo el rescate de «Memoria de Plasencia», un poema de A debida distancia dedicado a José Antonio Gabriel y Galán y que es lema distinguido y pórtico de todo—; y, me consta, un libro con el que Álvaro Valverde se ha sentido muy bien al escribirlo. Ojalá que siga deparándole satisfacciones después de su escritura. A pesar de los vetos. Qué estúpidos, los vetos. 

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