domingo, febrero 17, 2013

La lengua madre


Ayer fuimos a ver el monólogo de Juan Diego sobre un texto de Juan José Millás espléndidamente puesto en escena por Emilio Hernández: La lengua madre. Una mesa de escritorio con su silla, unos papeles, una jarra con agua, un vaso y un actor. Luces. Patio y palcos llenos, con algunas entradas de anfiteatro. Parece ser que el origen del texto era una conferencia a la que se le vieron posibilidades dramáticas. Bien visto; porque Millás siempre ha tenido ingenio y hondura para hablar sobre el lenguaje de una forma amena, sorprendente y divertida. El público reacciona muy bien cuando el personaje de Juan Diego toma una palabra como objeto y se pregunta sobre su significado o, sobre todo, sobre su significante, sea colutorio, monegasco o abulense. O cuando se pregunta por qué complican tanto lo que debería ser sencillo y comprensible. Como la palabra palabra, que antes era «sonido o conjunto de sonidos articulados que expresan una idea», en el Diccionario de la Academia de 1992; y ahora, en el vigente, es «segmento de discurso unificado habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final». Ay, si don Emilio Alarcos levantase aquella cabeza que definió palabra como «aquello que en la escritura aparece entre blancos» (Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1994, pág. 26)... 
Volviendo a Millás, creo que en su obra literaria hay mucho para llenar una función teatral sobre las palabras que llene un teatro sin tener que recurrir a la desregularización ni atribuir a los mercados el maltrato de la lengua. Por ejemplo, en El orden alfabético (1998), en el capítulo en el que se narra la pérdida de algunas letras y el personaje narrador dice a su amada «Te quieo Laua». Y entonces ella le contesta sorprendida porque él le ha dicho que no consigue «ponunciá» la erre: «Déjate de bomas». Imagino a Juan Diego con ese texto levantando al público de sus asientos, el mismo público —una parte mínima, es verdad— que no supo ayer interpretar los silencios del actor. Sé que no estamos para bomas, y que cualquier momento es bueno para quejarse, y que las palabras son un patrimonio de todos; pero a veces el arte artístico es más potente que el mediatizado para levantar las conciencias de este mundo que, como dijo Millás, no deja de ser un lugar extraño.

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