lunes, mayo 28, 2012

Mi querido Dostoievski


“Todo texto epistolar es un pretexto afectivo”, escribió Agustín Villar en Crepusculario menor (Badajoz, Col. Alcazaba, 1998), su segundo libro de aforismos tras Ocelos (Badajoz, Col. Alcazaba, 1991). Recuerdo que anoté la frase y la puse como uno de los epígrafes de algo aún inédito escrito en forma de cartas. Por aquel entonces yo leía todo lo que caía en mis manos sobre novela epistolar o que sonase a ello. Leí El escritorio de las maravillas (Barcelona, Península, 1997), de Mario Pasa; La carta de amor (Barcelona, Emecé Editores, 1995), de Cathleen Schine; la novela de Fernando Savater El jardín de las dudas (Barcelona, Planeta, 1994); Querido Miguel (Barcelona, Lumen, 1989), de Natalia Ginzburg; volví a textos clásicos de literatura epistolar, conocí otros, del XVII y XVIII, de Fontenelle, Rousseau, Laclos, Foscolo...; e indagué en estudios sobre el asunto, de Jaime Trueba, de Gonzalo Pontón Gijón... Últimamente, busco otro clásico como Félix de Llanos y su discurso en la RAE Apología de la carta privada como elemento literario (1945). Y sigo con interés. La prueba está —aunque se sumen otros alicientes— en cómo he sabido de la intención literaria pero no privada de la última obra de Francisco Rodríguez Criado (Cáceres, 1967), que ha titulado tan epistolarmente Mi querido Dostoievski (Alpedrete, Madrid, Ediciones de la Discreta, 2012). Es una novela epistolar. No otra novela más, como se excusa el autor en la nota de "Agradecimientos", sino otra novela epistolar. Un ítem más en el registro no hecho de novelas epistolares contemporáneas. Y esta tiene para mí el interés endógeno de ser un paso más de la carrera de Fran Rodríguez Criado, a quien conocí cuando había escrito muy poco. Ahora —desde hace años— se muestra como alguien que ha hecho de la escritura y de la literatura su centro. Y ahora de una manera muy directa. Con un texto epistolar —afectivo, sin duda, como diría Agustín Villar— fechado en Roma entre el 3 de septiembre de 2009 y el 20 de marzo de 2010, y firmado por una Laura Bauer co-protagonista —con permiso de Dostoievski—, y su epílogo de 18 de agosto de 2010 también en forma de carta firmada por un personaje estructural llamado Silvestre Mroz. Con esos mimbres, Fran Rodríguez Criado construye una novela epistolar. Se sabe por los títulos que pone a las cartas de Laura, 81 años, lectora devota de Fédor, el que escribió "No se puede callar cuando se siente" (Memorias del subsuelo). La novela es la de un lector asombrado. En cartas. En este caso, lo epistolar es un pretexto para la expresión de las relaciones que el ser humano mantiene con lo artístico; con la música, con la literatura de otros —la de Dostoievski; pero también la de Tolstói...—, y con la propia escritura, la de esta mujer que intenta "hablar menos y decir más." Un propósito y unas pulsiones aplicables, claro está, al autor de Mi querido Dostoievski.

1 comentario:

  1. Gracias, Miguel Ángel, por dejar constancia de la publicación de "Mi querido Dostoievski". Es cierto que llevas leyendo mis escritos desde casi el principio. Cómo pasa el tiempo...

    Un abrazo y gracias por todo. Cuídate.
    Fran

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