domingo, febrero 12, 2012
Las islas malabares
Yo no soy enemigo de José Antonio Ramírez Lozano, al contrario; pero este libro, Las islas malabares, es un libro menor. Lo digo porque en el último poema, de cachondo título, "No odas", familiar gracias a la primera página de El espíritu áspero de Gonzalo Hidalgo Bayal ("Poeta, haz versos, pero no odas"), escribe: "Este libro, sin duda, / es un libro menor, / dirán mis enemigos." Y, además, lo digo porque me lo ha enviado junto a otro, de título estupendo, Rosas profanas, publicado en la colección Adonais como Premio "Florentino Pérez-Embid" del año pasado, que es un libro, comparativamente, mayor. Pero Las islas malabares es un libro delicioso, divertido y tajante. Tajante en esa poética que José Antonio Ramírez Lozano ha venido repitiendo tanto frente a la sacralización del oficio de escribir. El poema citado, el que cierra la obra, continúa: "No cumple la consigna / de secuestrar el alma / y debe ser, por eso, / tratado como un juego. / No pretendí otra cosa. / La Poesía, que a tantos / maltrata el corazón, / fue siempre conmigo / así de generosa." Y así ha sido siempre en este poeta que hace de la escritura una fiesta permanente, aunque hable de Dios o de la muerte. Su amigo José Antonio Zambrano sabrá de lo que hablo, porque siempre he comparado su afligida vocación por la palabra poética con el placentero desenfado del prolífico —por eso, además— Ramírez Lozano. Y hablando de comparaciones, a mí me da que éste —por eso me las ha mandado en el mismo sobre— ha querido que compare sus islas malabares con sus rosas profanas —que, a pesar del juego intertextual paronomásico, tan de su autor, es una obra de seria trascendencia ascética—, y que lea en paralelo textos como "El Estilita", del libro publicado como segunda entrega de la colección Luna de poniente, y "Simeón el Estilita" del de Adonais. La lectura de ambos poemas da la clave de lo que quería decir sobre la diferencia entre el libro menor y el libro mayor. En Ramírez Lozano, en lo más serio hay siempre chispa y en el juego de hacer versos..., eso; que no es juego. Y yo que me alegro, agradecido.
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