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A Antonio Mendo Román
Es el título de un poema de Francisco Brines, de La última costa (1995), que he leído bastantes veces, como otros de ese libro y de este autor, a pesar de mi casi medio siglo de juventud, la costa anhelada más próxima por el momento. El destino no es un lugar:
"El camino fue largo, y hubo niebla.
Pero existió el espacio. Mas ahora
se ha adensado esa niebla hasta tal punto
que el espacio es el muro que ya rozo.
En él me detendré, y cuando vuelva
los ojos tras de mí la misma niebla
me hará tentar de nuevo el mismo muro,
y si al cielo dirijo la mirada
para salvarme allí la negra niebla
me cegará los ojos, y así será
eso que habéis llamado el sueño eterno."
© Francisco Brines
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