© Foto de Hilario Jiménez
El salón de actos del MEIAC estaba a rebosar ayer en la lectura de Pere Gimferrer en el Aula de Poesía "Díez-Canedo" de Badajoz. Había gente de pie al fondo, y hacía tiempo que no veía una cola tan larga al final de la lectura con peticiones de firma al autor. Lo dije en el acto. Aquello era importante. Se apreciaba en la actitud que todos teníamos escuchando al poeta. Y me acordé mucho de Ángel Campos. Fui a Badajoz, como he dejado dicho, con Antonio Sáenz de Miera —por cierto, su conferencia allí, con más público, mejor que en Cáceres. Dejé a Antonio en la recepción del 'Zurbarán', del mismo hotel en el que veinte minutos después conocí a Gimferrer; y es que el botones del hotel me miraba como si fuese uno de los suyos. Nuestra primera conversación fue sobre amigos poetas. Sobre Álvaro Valverde, de quien le llevé recuerdos —"¿En qué pueblo trabajaba Álvaro? Pero vive en Plasencia, ¿no?"—; sobre Basilio Sánchez —"He leído tu prólogo a su poesía. Por cierto, ¿cuál es el segundo apellido de Basilio? Publicó un libro firmado con los dos apellidos"—, con el que luego comenté esa memoria prodigiosa que logra retener un dato así, el del único libro de poemas de Basilio —Los bosques interiores en su edición en la colección "Alcazaba" de Badajoz en 1993— firmado con el añadido al primer apellido del González. Fue una lectura memorable. Antes, Gimferrer se interesó por el tiempo que yo iba a emplear en presentarle, en cómo iba a concentrar en tan reducido espacio tan vasta obra; me preguntó por la disposición del público y por el modo en que íbamos a acceder al salón; incluso se preocupó por aquellos que aún esperaban en la calle, fumando. Genio y figura. Pero, por encima de todo, genio. La figura leyó mal, como dicen que siempre ocurre. Incluso alguien con mucho criterio dijo que lo hace a propósito, para seguir alimentando la leyenda. Pero el genio se impuso, y todos atendimos al genio, con arrobo, con admiración y, al final, con cierto desparpajo. Grato, muy grato. Y cuando había dicho que no iba a leer ya ningún poema más, después de los últimos leídos de Rapsodia (2011), se animó con "Arde el mar", el de Extraña fruta..., ése de "Oh ser un capitán de quince años / viejo lobo marino las velas desplegadas". No pude remediarlo, y lo dije. Ese poema lo tengo enmarcado y colgado en una pared de mi casa, caligrafiado e iluminado por Javier Alcaíns. Javier me había dicho que igual se animaba a venirse conmigo a ver a Gimferrer. No quiso, no pudo. Se lo perdió. Una lectura memorable.P.S.: mañana jueves 17 de marzo, quinto aniversario de su boda con Cuca de Cominges, Pere Gimferrer lee en el Seminario Humanístico de Zafra, en el Parador de Turismo, a las 20:00 horas.
en Zafra, tras el acto presentado por otro Lama, le dejamos tranquilo que celebrara su aniversario
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un abrazo