© Manuel Escalera, 1983
He leído esta mañana la necrología escrita por Joaquín Prieto en El País sobre el Teniente General José L. Aramburu Topete y me he acordado con gratitud de mi padre; no solo porque era de su quinta. Yo viví con él la noche del golpe de Estado del 23-F hasta que nos fuimos a dormir tras escuchar al Rey Juan Carlos vestido de Capitán General en su discurso ante una cámara de TVE. A él, a mi padre, le debo mi primer diagnóstico de aquel episodio, que pudo pecar de confianza; pero no de inconsciencia. Luego —porque, como dice Javier Cercas en su espléndido relato Anatomía de un instante, parece que todo lo vimos en directo— supe quiénes fueron los mejores, y uno de ellos, y así lo ha retenido mi memoria desde aquellos días, fue este señor que ha muerto a los 92 años y que era el director general de la Guardia Civil en febrero de 1981. Escribe Prieto que Tejero, pistola en mano, amenazó a Aramburu a las puertas del Congreso de los Diputados; y eso lo supe en aquel tiempo. Me espeluzna. No tanto como la imagen de "el del bigote" intentando derribar a Gutiérrez Mellado agarrándolo del cuello por la espalda en un hemiciclo aparentemente vacío. "El odio y la destrucción perduran siempre / Sordamente en la entraña / Toda hiel sempiterna del español terrible, / Que acecha lo cimero / Con su piedra en la mano" (Luis Cernuda).
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