"La lengua soñada es siempre la de la poesía. Lo que es necesario aprender a leer no son las imágenes —que malamente soportan una lectura— sino las palabras, las palabras del poema, aquellas que el poeta vasco, denostado por panfletario, creía tan necesarias como el pan de cada día. Lo que el poema nos obliga a leer es aquello que no tiene nombre, lo que constantemente se nos oculta porque el poema —ya lo sabe el lector— nos lo dice siempre de un modo indirecto, inocentemente arriesgado y difícil, al que nuestros ojos no acaban de acostumbrarse.
La esencia del lenguaje poético no se agota en su función comunicativa, lo que el poema pretende es el intercambio simbólico de unas cuantas —pocas— palabras esenciales o sencillas o pobres, como las llama António Ramos Rosa. Pero ya se sabe que nada hay más complicado que un alma sencilla. Y esas pocas palabras son siempre la base de un poema, el armazón de una poética con la que se identifica quien las escribe y quien las lee."
Ángel Campos Pámpano
Así tituló Ángel Campos Pámpano su reseña del libro de Antonio Sáez Delgado RUINAS (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2001), de la que he extraído estas líneas. Se publicó en la revista QAZRIS (núm. 17, junio de 2001). Me he encontrado con las palabras de Ángel hoy, como un presentimiento del segundo aniversario de su muerte, el próximo jueves.
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