Hoy he empezado con las clases. Como el que lo hace por primera vez, con ganas e ilusión, y con la sensación extraña del que se sabe dedicado a un objeto precario, a un par de asignaturas que desaparecerán en unos años. Porque hoy, también, ha comenzado la adaptación oficial de mi Universidad al Espacio Europeo de Educación Superior y la impartición de los nuevos grados. Seguro que cuando dé asignaturas en el nuevo plan —en mi corta vida académica de más de veinte años ya he conocido cuatro— lo haré con la misma ilusión.
Pero, por encima de todo, hoy se ha impuesto la tristeza. Al salir de clase y ver el estado del campus. Da vergüenza que se arroguen la misma condición de universitarios los que no respetan a los demás. No critico esa encubierta forma de integración que llaman novatada, y, en realidad, me da exactamente igual que una estudiante mayor de edad consienta en hacer una demostración en plena calle de cómo se coloca un tampón, y que si no lo hace tenga que ingerir medio litro de calimocho casi de un trago. Lo que no logro comprender es que dejen todo hecho un asco. Bolsas y vasos de plástico, papeles, restos de huevos estampados contra el suelo, líquidos derramados... Su contemplación por un instante —y luego reiteradamente en diversas zonas de la ciudad; sobre todo en el centro, en donde vivo— me llena de vergüenza como universitario. Como ciudadano, la dejación de las autoridades me sobrecoge. Otra excepcionalidad de la ley: hoy se puede beber en la calle y no hay veda para ensuciarla. Hoy, la mayoría, el resto de los ciudadanos, los que pagamos impuestos, vuelve a hocicar ante la incultura consentida de los fieros.
Ésa fue mi primera decepción universitaria. (Luego vinieron más. Pensaba que todos los alumnos querrían ser escritores, qué iluso). Las novatadas me presentaron gran parte del paisaje que vería durante mis años allí. Aquella brutalidad aceptada me sacaba de mis casillas y tuve algún encontronazo con algún chico mayor que quiso enseñarte "lo que era bueno".
ResponderEliminarRecuerdo que el chico mayor era de Mérida y que una vez que le expliqué que yo no jugaba a aquello me dijo: ¿Sabes que si no participas no vas a hacer ningún amigo en los años que estés aquí?
No sé que habrá sido de él. Espero que esté picando piedra o similar, no me lo imagino explicando "La noche oscura del alma".
El otro cabecilla de los "veteranos" era una especie de hombre primitivo,(con la camisa desabrochada hasta el ombligo y una enorme cadena de algo que parecía oro con su crucifijo incluído). Este segundo cabecilla iba con una vara por los pasillos y la utilizaba para golpear las mesas y atemorizarnos. Con poco éxito, todo hay que decirlo, porque aquello daba risa.
El caso es que, según parece, este chico con el paso de los años se ha convertido en Profesor de Latín en la universidad. Alguien me lo ha comentado, pero yo espero que eso no sea verdad. De ser cierto, este energúmeno podrá explicar bien aquello de "A verbis ad verbera".
Yo me libré. En Sevilla no se hacen. Pero si se hubieran hecho, yo comenzaría las clases un mes después.
ResponderEliminarLa decepción universitaria también vino: yo, que pensaba que aquello era un templo del saber y vaya profesores, vaya profesores... Qué penita.
Alguna culpa tendrá también la institución universitaria que permite esto o mira para otro lado; o los veteranos universitarios que no participan pero que consienten que se humille a los novatos. En cualquier caso, me parece que los más indefensos son los novatos. ¿Por qué no se les defiende desde la Universidad? A nadie le gusta semejante humillación.
ResponderEliminarComo ex-universitario que también sufrió esas estupideces, no entiendo qué tiene que ver esto con lo que en todo el mundo se entiende por Universidad. Esa mentalidad diríase cuartelera del fuerte humillando al chico, en todos los sitios es repugnante, pero más aun en un sitio donde se supone que uno va a formarse como personas. Recomiendo a todos los futuros universitarios: No vayais esos días a clases, y si se os acerca algún "veterano", hacedle frente. Es lo que yo debería haber hecho, y me da tristeza que diez años después las cosas siguen igual, es como para emigrar y no volver. Y, estimado Miguel Ángel, creo que los profesores también tienen parte de responsabilidad por lavarse las manos y mirar para otro lado, en lugar de elevar una protesta para que no se celebren esos rituales de degradación de la dignidad de los jóvenes.
ResponderEliminarYo me libré y recuerdo que en mi época sólo se hacían en Veterinaria, al menos en Cáceres. Un día llegaron unos al Consejo de Alumnos y nos propusieron lo siguiente:
ResponderEliminar- " Les pedimos 500 pesetas a cada novato y luego nos los pasamos bomba.
Los que estábamos allí les contestamos que cuando uno llega a un sitio se le agasaja y se le trata bien. Si alguien tenía que poner las 500 pesetas (a finales de los 80 eran un dineral) seríamos los veteranos e invitarles a algo.
Nos miraron como si fuéramos bichos raros.
Sigo pensando en que quien disfruta haciendo perrerías a los demás, aunque sea en broma, no está bien de la cabeza.
Si fuera profesor esperaría un par de semana y, cuando ya estuvieran todos incorporados a las aulas, abriría un pequeño debate sobre la cuestión. Incluso haría una tímida defensa de las novatadas enlazándolas con la tradición de los rituales iniciáticos, para animar a que surgieran otras voces.
Y después descalificaría de forma rotunda e invitaría a abandonar la Universidad a quien cree que humillar es un derecho.
Querido Miguel Ángel:
ResponderEliminarEse mismo martes del que hablas, salía yo de la facultad acompañando a los padres de una alumna que habían venido a resolver un problema en ausencia de su hija (problema que no se resolvió, con el consiguiente cabreo de los progenitores). En la misma puerta, cuando los despedía, nos topamos con "la fiesta". Se detuvieron un momento a contemplar el espectáculo, se miraron perplejos y, ya alejándose de mi, él se dio la vuelta y me preguntó: ¿esto es lo que les enseñan ustedes aquí? ¡Qué vergüenza pasé!
Como te sucederá a ti probablemente, no sé si siento más vergüenza de los estudiantes o de las autoridades universitarias y municipales, que asumen como natural y propio de la edad este tipo de "celebraciones". Dentro de unos días, tarde como siempre, llegará la circular del Vicerrector de Estudiantes recordándonos que las novatadas están prohibidas y que se sancionará al que las promueva. ¡Patético!
Fdo.: José Luis Oncins
Al habla una novata pacense:
ResponderEliminarLo cierto es que por lo poco que he vivido yo, la experiencia de las novatadas aquí y en mi carrera concretamente no implica el ensuciar todo como si ése fuera el único objetivo. De hecho, podriamos decir que son muy poco originales puesto que nuestros veteranos prácticamente no pasan de unas cuantas pintadas y juegos absurdos pero humillantes. El temita de las novatadas en sí es delicado porque raros son los veteranos que no se dedican a hacer bromas se tipo sexual u ofensivas y lo que te aconsejan es que las tragues porque es un buen método de conocer a compañeros y perder la vergüenza. Esa teoría es una estupidéz como una casa, se puede conocer a gente sin necesidad alguna de cantarle una canción guarra o perseguirle con una escoba ... Pero hay que resignarse, estas cosas no cambian.
Nunca es tarde si la dicha es buena, pues todos tenemos derecho a evolucionar, pero es cuando menos curioso la vehemencia con que algunos critican, ahora, las novatadas en las que ellos mismos participaron, si bien es justo decir que aquellas no fueron lo que se dice humillantes, es más, alguna fue hasta graciosa y divertida.
ResponderEliminarFco. Gil, o fuiste veterano y te gusta humillar a la gente, o eres idiota, si te pareció gracioso y divertido como novato.
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