Quizá no sea mala vara de medir la afición que uno siente por el teatro tomar el grado de deseo que uno tenga por volver a ver una obra que no gustó la primera vez. Ayer tuve ganas de volver a ver el Dom Juan dirigido por Jean-Daniel Laval, la coproducción entre Mois Molière de Versalles y el propio Festival de Cáceres que lleva ya unos años en marcha. Porque no salí satisfecho de la cacereña Plaza de San Jorge el jueves. Es posible que la poco atractiva iluminación o los recursos de escena no cambien de un día para otro, pero quizá sí el ritmo de la función y la ejecución de los actores, ayer, desiguales, sobre todo, el principal, Santi Senso, con sus altibajos, que en su segunda función espero haya salido mucho más airoso. Lo merece su esfuerzo. Creo que la buscada elementalidad del montaje no dio los resultados apetecidos.
Y no pude volver a ver el Dom Juan porque fui ayer al Gran Teatro a disfrutar con la representación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de La Estrella de Sevilla, atribuida a un tal Lope de Vega. Quizá haya una conexión entre ambos montajes, por su elementalidad, pero, claro, la de este último —con un escenario limpio, como una sala de ensayo cuyo primer público es el resto de actores, los que no intervienen en la escena principal, pero acompañan como coro sonoro, con un vestuario uniforme y una iluminación muy bien utilizada y que destaca como recurso en la única escena nocturna del acto segundo— tiene una solvencia apabullante. Lástima que en esta ciudad no se agoten las entradas durante todos los días del Festival.
Compañías como la CNTC cuidan todos los detalles, y uno de ellos, principal, es el verso, para el que tienen un asesor como Vicente Fuentes. Ayer destacó el decir del verso. Qué bien, por ejemplo, en el experimentado Arturo Querejeta en el papel de Busto Tavera. Una manera agradable de hacerte llegar un texto que tiene además la enjundia de esa denuncia constante del abuso de poder. Lo de “Mil gobernantes mintiendo”. No sólo hay que abrir los periódicos todos los días para ver ese infierno, o encender la radio; sino que esa mierda la puedes tener en tu propia casa. Por eso, hay que estar ojo avizor. No hay que imaginar mucho: “Causa tendrás suficiente; / que en Sevilla es regidor, / y el más sabio y más prudente / no deja, señor, de hacer / algún delito, llevado / de la ambición del poder.”
¿En la propia casa los gobernantes mienten? Gran problema, sí. ¿Cómo se recuperará la confianza, después?
ResponderEliminarQuede claro que no me refiero a la Universidad ni a sus gobernantes. No he querido ser más explícito; se trata de un malestar por encontrar actitudes poco edificantes en el ámbito más cercano a uno.Y si no, también, basta con abrir los periódicos.
ResponderEliminarNo, no, si yo me estaba refiriendo a la propia casa doméstica de cada uno...
ResponderEliminarTampoco es el caso, propiamente. Está visto que no he acertado con la sinécdoque. Bueno estará.
ResponderEliminarAy, Dios: no te lo tomes al pie de la letra. Era una reflexión sobre esa única frase de tu texto. Ya sabes: las palabras que llevan a otras palabras, por asociación, y a otros pensamientos...
ResponderEliminarYo la he visto en Madrid y me pareció un montaje soberbio, a pesar (o quizá por eso mismo) de la desnudez en el escenario y la sobriedad en el vestuario. Texto, sobre todo. Magnífico texto. Sea de Lope o de quien sea.
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