Me llegó este regalo hace ya meses. Vivía Pepe Cabañas (1953-2008) y quise dedicarle un comentario como el que le puse aquí sobre Aníbal Núñez; pero empeoró y no me pareció oportuno insistir en algo que pudiese resultar morboso, aunque cargado de cariño. La Poesía reunida de Vicente Núñez (1926-2002), en edición de Miguel Casado, y la Obra poética de Francisco Giner de los Ríos. Las editaron en esa colección para descubrirse del Ayuntamiento de Málaga, “Ciudad del Paraíso”, y hacen los números 9 (de 2007) y 10 (de 2008), respectivamente. Lo de Núñez —otro Núñez, ¿verdad?— se titula Plaza octogonal y recoge toda la poesía de V. N. desde 1951 a 2002. Sólo falta íntegro Rojo y sepia, que sacó Visor en 2007, antes de la publicación de este volumen. Lo de Giner de los Ríos se titula Jornada hecha, y tiene la obra desde 1932 a 1992, en edición de Rafael Inglada y con un estudio de Emilio Miró. Aquí, en este caso, pasa lo que decía el otro día sobre la obra primera, la prehistoria, de Aníbal: que se ha recuperado todo, desde el primer poema de la juventud, hasta uno de los últimos de su vida; pero los libros están todos. Quizá, a veces, se exagera con esto de las exhumaciones de lo escrito por los notables. Yo no conocía casi nada de la poesía de Giner de los Ríos, y me alegro por tenerlo casi todo. De Vicente Núñez conocía algo más; pero, aun así, este espléndido volumen es realmente luminoso, monumental.
He rescatado esta nota, incompleta desde hacía tiempo, porque la presencia en Cáceres de Manolo Ariza —y una Rosa fugaz— me ha recordado a Pepe. Y me queda otra entrega, sobre El preludio, de Wordsworth.
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