viernes, diciembre 12, 2008
Muerte de un librero
Me lo dijo la semana pasada Enrique Cerrillo, que Vicente Santos, el librero cacereño, había muerto. La librería Vicente Libros de la Plaza Mayor ha sido un referente en esta ciudad. No hablé mucho con él, aunque he frecuentado su local durante veinte años. Recuerdo a su padre, el fundador de la librería allá por los años cincuenta, de quien Vicente heredó el negocio, que amplió con un local en la Plaza Mayor. Mantuvo éste hasta que un día, creo que a principios de este año, desaparecieron —para mí, sorprendentemente— los paneles con libros que ocupaban todos los días laborables los soportales de la plaza. Y la única noción de aquel vacío fue un cartel de una agencia de la propiedad inmobiliaria que proclamaba la venta o el alquiler de un local más, uno de tantos; pero que no era un local más, sino un inmueble de interés cultural. Hoy ahí no hay nada, ni un recuerdo.
La fotografía que ilustra este item me la ha proporcionado Enrique Cerrillo, que sí habló, y mucho, con Vicente. Está publicada en el libro Cáceres. La historia viva. (Cien años de la vida cacereña), editado en 1992, y es del archivo de Juan Ramón Marchena, de 1987. Agradezco los datos a Pablo Calvo, del diario Hoy, el periódico que editó ese libro de imágenes. El pie de la foto reza: “La calle Pintores continúa manteniendo su carácter comercial. En su desembocadura a la Plaza Mayor, el librero Vicente suele instalar su particular feria dedicada a los autores extremeños, como ésta del año 1987”. Vicente se asoma, poco, al corte izquierdo de la instantánea.
Su rincón de literatura extremeña era un lugar muy frecuentado. Allí podían encontrarse hasta hace poco ejemplares de aquella edición repudiada por Felipe Núñez de su libro de poemas Equidistancia (1983), de la revista Residencia que editamos siendo estudiantes, de la revista de Carande Alor Novísimo, de estudios publicados por las instituciones regionales, libros de la Institución Cultural “El Brocense” que hoy no están en la librería de la Diputación de Cáceres, ediciones de autor y otras rarezas... y no era una librería de viejo. Vicente era una de las pocas librerías cacereñas con fondo editorial. Toda la colección del Libro de Bolsillo de Alianza, de Visor o de Pre-Textos. Recuerdo que hace unos años, Manuel Borrás, que acaba de recibir el reconocimiento de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México al Mérito Editorial, quiso visitar la librería porque le constaba que era uno de los puntos de venta en la periferia más fieles a su casa. Allí estuvimos y charlamos con Vicente. Poco, la verdad sea dicha. Era un librero sin alharacas. Y era un testigo de lo que pasaba en la calle. Un testigo ilustrado, comprometido y con su punto de rispidez, lógicamente, cuando lo que pasaba en la calle era intolerable.
No encuentro el recorte de prensa de El País Semanal; pero cuando le encargaron a Luis Landero hacer un reportaje para el colorín del periódico sobre Extremadura, habló, cuando hablaba de Cáceres, de Vicente y su librería. Bueno, habló, aunque poco, con Vicente, que pasó a ser, con la alegría de gente como yo, uno de los valores que la ciudad de Cáceres ofrecía al visitante. Sí señor.
Hace unos meses, Toñi Escobero firmaba un reportaje en El Periódico Extremadura sobre Sara Santos, la hija de Vicente, en el que ésta le hablaba de su proyecto de abrir “una librería más grande, con cafetería y sala de exposiciones y reuniones, como algunas de las grandes ciudades. También con promocionar a autores extremeños fuera de la región o recuperar el premio de poesía Mirlo Blanco que instituyó su padre.”
A la rudeza inevitable del título de este texto, de este recuerdo que aquí pongo, contesta el vivo empeño de Sara y su proyecto. Sea. En memoria de Vicente.
Lamento la muerte del librero Vicente. La visita a los soportales de la plaza fue una costumbre que sigo echando de menos. Cuando trabajaba en Cáceres, era raro el día que, con la excusa del café, no me pasaba por allí. Hasta que me fui a Mérida, allí compré los pre-textos. En fin, pena. Con la falta que hacen libreros así.
ResponderEliminarEs cierto: hablaba poco Vicente, incluso podía llegar a dar la impresión de persona antipática- que seguro no lo era-, pero no es menos cierto que casi nunca te fallaba y rara vez no tenía lo que le pedías. Y si no, siempre quedaba el recurso de llevarse alguna cosilla interesante de las que siempre tenía en esos famosos paneles de los que habla Lama, a veces incluso cubiertos con plásticos para preservar los libros de la humedad o de alguna racha de viento más fuerte de lo habitual.
ResponderEliminarHola, como sabeis ahora vivo en Murcia pero entro de vez en cuando a visitaros y ver qué tal anda todo. Me entristece saber que Vicente ha fallecido porque para mí su librería era un refugio y un oasis donde recalaba prácticamente a diario. La verdad es que estaba allí como en casa y raro era que con el libro no me llevara también un buen rato de tertulia. Mando un beso desde aquí a su familia que con tanto cariño me ha tratado siempre.
ResponderEliminarJavier castro
Para nosotros la muerte de Vicente también ha sido una pérdida cercana. Era tío de Jorge, mi compañero de grupo. Su librería ha sido siempre para mí un punto de visita fundamental en la ciudad, además fue el primer establecimiento de Cáceres donde se empezó a vender mi libro "La caja vacía" y nuestro disco...
ResponderEliminarDescanse en paz.
Me sorprende esta noticia, que leo con pesadumbre. En mis años de universitario, rara era la semana que no me pasaba por allí. Siempre recordaré la "libertad" que allí se respiraba. Cualquiera sabe que los aficionados a la lectura visitamos los anaqueles de una librería para ver qué encontramos. Por eso nos tienen que dejar en paz y no importunarnos con "¿qué libro quiere?", "¿busca algo?", etc. Allí, bajo los soportales de la Plaza Mayor, se respiraba esa libertad de ir a ver libros, por el simple gusto de h/ojearlos. Descanse en paz.
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